viernes, mayo 25, 2007

Correo desde Nueva York 6: Hamburgers are good for you

Figura 1. Dos monumentos luchan para obtener el centro de atención, y los dos lo obtienen. Rockefeller Center y aquella catedral frente a la estatuilla.

Este correo está dedicado a otra artista, quien murió la semana pasada, Celia Cruz. Esta dedicatoria no se puede cambiar, así alguien pida que la cambien por la de su abuela que murió ayer (igual, creo que sería poco probable que me pelearan porque esta breve carta tuviera una dedicatoria diferente, en especial por su insignificante impacto en los lectores). Las razones por la importancia de la dedicatoria deberán ser solicitadas por correo, pues tendrían que ser expuestas en varias páginas, además de aprobadas por una tercera persona.

Bueno, como ya ha pasado la novedad de lo que les cuento, esto ya lo leen pocos. Sinceramente, me siento más cómodo, pues así sé que los que leen estan realmente interesados, además el hecho de tener un público más cercano afectivamente me hace sentirme más cómodo, pero me hacen ser mucho más sincero y contar cosas más... bueno si, íntimas. Entonces agárrense. Aquí vamos.

El título de este escrito es bastante incoherente a primera vista, pues pareciera que la estatua en lucha contra la catedral y la dedicatoria a la salsera de pelo y vestimenta colorida no tuvieran nada que ver con datos nutricionales de la comida tradicional estadounidense. Para esto tendremos que ver muchas anécdotas, y finalmente llegaremos a una Gestalt del asunto (bueno, una visión holística, pero esque el término Gestalt es mucho más comprensible).

Primero que todo tengo que contarles (recordarles a algunos) el mecanismo mediante el cual los gallos establecen jerarquías en un grupo (si, en una gallada, sería). La etología es una de las ciencias más maravillosas del siglo XX, y ha sido capaz de lograr explicaciones comprensivas y bastante amplias de fenomenos animales y humanos (animales, también), en términos de sus conductas. Una de ellas es este establecimiento de jerarquías en diferentes especies, cuya función sería la de establecer finalmente quien come primero, quien tiene las mejores hembras, quien será el que se reproduce más que los demás.

En el caso de los gallos, se presentan peleas durante algun tiempo entre todos y, como en una serie de partidos de futbol por eliminados, terminan estableciendose los lugares en la jerarquía. El primero es el que manda y fue quien ganó a todos, el segundo y tercero le siguen, y así sucesivamente. Vale decir que al primero, después de establecer su lugar, nadie le pelea. Los que estan debajo de él podrán agarrarse las mechas hasta casi asesinarse, pero el líder es el líder, y a él nadie lo toca.

Entonces esto sucede de forma parecida en otras especies. Los lobos también son espectacularmente ordenados al establecer jerarquías, así como los seres humanos. Pero la diferencia con los seres humanos es que no son artísticos (como los gallos y los lobos) al establecer sus jeraraquías. Son asquerosos. Tienen resagos filogenéticos de otras especies, y tratan de subsanarlos con racionalidades incoherentes. Es decir, actúan como si supieran lo que estan haciendo, pero no tienen ni idea porque realmente son conductas arraigadas biológicamente (en parte, no nos metamos con la discusión genes-cultura) que no saben controlar.

Un perfecto ejemplo son las competencias, y vamos a ver el ejemplo específico de las bicicletas (porque se me acaba de ocurrir, no es por nada particular), con una anécdota del sábado. Cuando acababamos de comprar la bicicleta de Salas, y él estaba feliz porque volvía a hacer parte de esa cultura de dos ruedas, pasamos por la casa de unos amigos suyos, y salimos con ellos a montar. Ibamos para un supermercado a comprar comida para cocinar, y eramos cuatro personas en bicicleta. Había semáforos, cruces con pares y contravías en el camino, pero durante todo el tiempo prevalecía la búsqueda inconciente del primer lugar, aunque no fuera una carrera. Obviamente, yo era el primero en disputar el primer lugar, pues mi inmadurez ciclística me ha hecho imposible concebir que alguien esté delante de mí y no me esté retando. Durante todo el tiempo cruzamos semáforos en rojo, nos metimos por andenes y buscamos formas de cortar entre los carros en la mitad de la vía para llegar de primeros. Cabe resaltar que eramos tres hombres y una mujer, y los tres hombres eramos los que más nos peleabamos el primer lugar. Claro, nunca sin decir algo. Finalmente llegamos, guardamos las bicicletas y no se volvió a tratar el asunto. Yo tenía el orgullo de haber estado de primero, de haberme cruzado TODOS los semáforos en rojo, y de no prestar atención a un solo pare. Como un imbécil, tenía una leve sonrisa ante los demás, y era reconocido como “el man” que monta más. Qué estúpido.

Voy a cambiar de tema abruptamente. En otra ocasión, estaba hablando de lo ridículo que logra ser atribuirle un sentimiento romanticón a estar perdido. Esta semana he pensado que hay otro evento de la vida que también se le ha dado este mismo carácter, pero lo tiene (en parte) justificado. Es la lluvia. En esta ciudad venden millones de postales de la ciudad, y de vez en cuando la lluvia aparece como un tema fundamentalmente romántico. Por qué pasa esto? Tal vez porque para estar debajo de una sombrilla hay que estar cerca, y los abrazos son más fáciles (para algunos) en estas circunstancias, o tal vez más útiles. También se le ha dado una importancia absurda a los besos bajo la lluvia. Bueno si, admito, es algo delicioso, el momento en el que se humedece toda la cara y los labios pueden deslizarse con mayor facilidad entre los de la otra persona es delicioso, y parece como si fuera una sola boca y una sola persona. Pero después del beso qué? Uno está todo mojado, y tiene que caminar quién sabe cuántas cuadras hasta llegar a la casa, todo porque le pareció romántico el beso bajo la lluvia. Y la gripa del otro día, y la sorbedera de mocos, además del regaño de la mamá porque las medias estan todas mojadas “y quién sabe desde qué horas está con la ropa así”. Con suerte, al otro día solamente tiene la nariz roja, mocos líquidos y un recuerdo lindo de treinta segundos de emoción inigualable, pero una hora más de tedio, donde los zapatos sonaban a cada paso porque estaban tan empapados que el agua entraba y salía todo el tiempo.

Además, los besos bajo la lluvia no pueden ser cerca de la casa. Tienen que ser lejos, porque o sino pierden todo su encanto. Entonces la idea de salir a darse un beso cuando está lloviendo no sería para nada romántico si salen del edificio, se dan el beso y vuelven y entran. Además que sería como raro. “Qué se hizo fulanito?” “No, salió un momentico a mojarse”. “Aaa.”

Bueno, y podríamos seguir con ejemplos de lluvia y de mojarse que no son románticos ni siquiera en principio. Darse besos bajo el agua de una ducha también suele ser algo desesperante. No sé por qué, pero el agua rebota en los cuerpos y hace imposible que los ojos de cualquiera de los dos estén abiertos, y la experiencia peliculesca que en principio pareciera tan emocionante, se despeluca cuando comienzan a arder los ojos y el parpadeo sea incesante, y el beso se convierta en algo secundario, pues primero que todo está la salud, y quién va a querer darse besos mientras le da un glaucoma por descuido acuático. Este ejemplo también desromantiza el agua como elemento catalizador de experiencias románticas.

En fin, mojarse no es ni chistoso ni emocionante ni romántico. Es simplemente desesperante. Las únicas ocasiones donde es rico mojarse es en las piscinas, porque uno va a eso, o en los campamentos, porque uno va preparado para eso. Y no se valen los besos en las piscinas (que son deliciosos pero son de latin lover con escapulario en el tobillo) ni los besos en los campamentos bajo la lluvia (porque los campamentos siempre implican estar mugriento y sudoroso, y los besos con sudor son muy salados, además con mugre si no es muy atractivo). En fin, el amor (o sus expresiones) y el agua no van juntos. Bueno, en actividades de primer nivel amoroso.

Ahora, tenemos que volver a cambiar de tema, esta vez a una anécdota, para después anudar todo. Esto es un poco largo, pero les pido paciencia.

Yo había querido ir al Museo de Arte Moderno (en adelante MoMA) desde que llegué. Los primeros días no fui porque quería dejarlo para un momento de calma. Después me dijeron que estaba cerrado pero que el de Queens estaba abierto. Entonces me quedé un rato sin querer ir, porque me imaginaba que el de queens no era tan chévere. No obstante, cuando Camila me mostró sus fotos del mes que estuvo acá, vi una foto donde aparecía ella, su amiga y La Noche estrellada de Van Gogh en el fondo. “Y ese afiche tan lindo? Dónde lo compraron?” “Cómo asi? Si es el MoMA!”. En ese momento, mis ganas de entrar al MoMA eran mayores. Carajo! Si es la noche estrellada de Van Gogh! Quién no querría ver esa pintura! Sería capaz de decir, o no, más bien lo afirmo, que desde ese momento ir al MoMA era expresamente ir a ver la noche estrellada de Van Gogh. Ya había visto en el Metropolitan los nenúfares, el puente y la catedral de Monet, los irises de Van Gogh y un autorretrato, entonces realmente me faltaba la noche estrellada y un musical para poderme montar al avión tranquilo, así fuera en tercera clase y con el ala al lado, pero habiendo estimulado mi corteza visual (V1,V2 y V3 ó 17, 18 y 19) con esas obras maestras del arte occidental.

Figura 2. Si, esta es la noche estrellada.

Bueno. Entonces busqué los horarios gratuitos (o de menor costo) del MoMA, y supe que el viernes entre 4:30 y 7:30 podía entrar y pagar lo que quisiera. Cogí un calendario y establecí una fecha adecuada: Julio 18 de 2003, 4:30pm salgo de la oficina para que no me toque la fila de los líchigos, sino la de los que, además de líchigos, llegan tarde. Esperé pacientemente, y cada vez que pensaba en el MoMA, inmediatamente pensaba en la noche estrellada, casi que me perseguía la imagen, como cuando uno quiere tomarse una cocacola en un día de calor y todas las que venden son al clima, entonces uno sabe que tiene que esperar a conseguir un sitio donde esten frías para disfrutarla más (para llegar a una comprensión absoluta, deben sustituir la cocacola con cualquiera de sus vicios más frecuentes, pero deliciosos-chocolate, cigarrillo, alcohol, etc).

Entonces llegó el 18 de Julio. A las 4pm ya estaba metiéndome a la página del MoMA, viendo las indicaciones para llegar, anotando el nombre del tren y de la estación donde me debía bajar, la parte exacta donde quedaba el museo en relación con la estación, y viendo el mapa que explicaba todo (aquí hay mapas en todo, falta uno en el baño que le expliquen a uno donde queda el lavamanos y el inodoro, y cómo debe pararse frente al inodoro para no regar nada a los lados). Estaba listo. Llevé dos pares de pilas cargadas (uno nunca sabe, estas cámaras digitales son muy raras), mi maletica y veinte dólares (porque típica cobraban la foto frente a la pintura, y uno no quería quedarse sin ella, no?).

Me subí al metro a las 4:45 pm, y a las 5:00pm en punto estaba bajandome de la estación. Extrañamente, todo iba muy bien: no me perdí, cogí los dos trenes (había que hacer cambio de tren) exactamente cuando llegué a las estaciones, y encontré facilísimo el MoMA). Que buen día! Entonces estaba caminando con fuerza, con los pies en ángulo recto con respecto a la pierna, con la pierna en un ángulo de 45° con respecto al piso, y moviéndome con mayor rapidez que de costumbre. Entré al museo y comencé a buscar la entrada a la exposición. Si, el sitio es bastante chiquito, pero esque la noche estrellada no necesita casi espacio, casi que podría ser un cuartico y ya (en este momento de la historia, mi única meta para entrar a aquel lugar y pagar un dólar de contribución era ver la noche estrellada, pedirle a algun japonés o colombiano que me tomara una foto con la ansiada pintura, y salir, sin siquiera buscar alguna otra pintura, entonces no comprendía que el museo era un museo, y que no se llamaba “el museo de la noche estrellada de Van Gogh y nada más”, sino El Museo de Arte Moderno de Nueva York).

Subí las escaleras de dos en dos y llegué a la mesita donde me revisan la maletica. “Señor, puedo tomar fotos sin flash?” “But of course”. Wuju. Perfecto.

(en este momento del cuento, tienen que pasar a la grabadora y buscar “All I wanna do” de Sheryl Crow, ponerla y cantarla un momento, y seguir leyendo, con la música de fondo. Si no la tienen, traten de acordarse “all I wanna do, is have some fun...”)

Seguí caminando con la energía que me caracterizaba en aquel soleado y esplendoroso día, y dos pasos más adelante me di cuenta que no todo en la vida es tan perfecto. Ante mí había un pequeño aviso en una hoja tamaño carta al lado del pendejo que vendía los tiquetes, que decía lo siguiente:

“Van Gogh’s Starry Night is not for exhibition at this moment”

tr: “La noche estrellada de Van Gogh no está siendo exhibida en este momento”

Croe que en ese momento me di cuenta que iba a tener que volver a la dentistería pronto, porque la fuerza con la que apreté mis dientes no fue normal, y creo que asusté al pequeño idiota de los tiquetes mientras templaba tenazmente los músculos de mi frente y pensaba todas las groserías que se me podían ocurrir en ese momento, sin espacios entre ellas, todas de una vez, en inglés y español.

(en este momento quiten la canción)

Pero entonces me di cuenta que el avisito tenía más cosas. Explicaban para dónde se la habían llevado, y que iba a ir de ahí (Viena o algo así) a otro sitio (Australia o algun otro lado) y de ahí a otro sitio (algún otro lugar más lejos aún, como la luna), y que volvía a estar en exhibición en Noviembre del 2004.

Ah bueno. Entonces lo único que tenemos que hacer es entrar, mirar la estúpida exposición del bendito museo que queda bien lejos como para devolverse, para ver si aunque sea había otro cuadro que valiera la pena. Pagué al imbécil ese (no sé por qué le echo la culpa al pobre hombre, pero cuando leí el aviso se me hizo completamente responsable en medio de su inocencia) y entré. No había nada interesante (les recuerdo que el MoMA original esta en remodelación, y que esto es una pinche bodega con dos que tres pinturas cualquiera, y ahora SIN la noche estrellada), solamente el imperio de la luz de Magritte, entonces me quedé tres minutos más de los esperados en el lugar y me fui. Compré postales (bueno, aunque sea una de Duchenne electrocutándose la cara para hacer caras raras) y sali. Llegué a la oficina y les conté la farsa y se rieron, y comencé a pensar que las cosas podrían ser peores. Hablé por messenger con Adriana y me calmé, pero después salí en bicicleta de la oficina, y comencé a sentir que tenía una nube personal, que lo único que faltaba era que comenzara a llover, y que me lloviera hasta la casa. Comencé a meterme en un video absurdo durante unas cuadras, donde me imaginaba que en la mitad de este verano iba a empezar a llover torrencialmente y me iba a mojar hasta que mis pantalones parecieran de cuero, que iba a llegar a mi casa e iba a tener que cambiarme, secar los zapatos, y sin siquiera haberme dado un beso con nadie (tampoco sería mi intención porque Adriana no está, aclaro) como para justificar el hecho. Estaba tan metido en el video que el sol se apagó un poco y comencé a ver nubes. Y me dije a mi mismo “todo podría ser peor, mire que es verano y sería imposible que llueva hasta su casa, siempre a esta hora el atardecer es un espectáculo por la ciclorruta de la costa, y el río se ve maravilloso”. Entonces me tranquilicé.

Y cayó una gota, y cayó otra, y comenzó a caer el aguacero más absurdo que he presenciado en esta ciudad, y todavía me faltaban 45 minutos de viaje para llegar a la casa, y me daba pereza devolverme a la oficina que estaba como a 10 minutos. Como me había envideado previamente, me mojé hasta que mis pantalones parecían de cuero, llegué a la casa y tuve que cambiarme (no sin estar cerca de que me atropellaran cinco gringos estúpidos),tuve que quitarme los zapatos para dejarlos secando, y sin siquiera haberme dado un beso con nadie (tampoco era mi intención porque Adriana no está, aclaro) como para justificar el hecho.

Y todavía dicen que la lluvia, mojarse y todo lo relacionado es romántico. Si hay algo relacionado a ello, es el peligro. Casi me matan esos imbéciles por el afán que tenían de llegar a sus casas, porque su carro se mojaba, mientras yo estaba como un pobre idiota en la mitad de la lluvia, y el que se mojaba no era el carro ni el motor ni la cabeza, sino todo yo, todo mi yo. Maldita sea.

Después de toda esa preocupación tengo que decir que no todo siguió asi. “El negro panorama se fue aclarando lentamente”, como diría alguien, y el sábado me levanté para lavar la ropa blanca, y volví a la casa y me di cuenta que Salas estaba tratando de arreglar su cuarto. Claramente, este día me iba a quedar todo el día ayudándole, porque además de arreglar el cuarto podía limpiar las ventanas, tema que puede ser mi obsesión (para mayor profundidad al respecto, léase La Insoportable Levedad del Ser). Desde las 10am hasta las 5pm estuvimos corriendo mesas, aspirando, lavando y limpiando ventanas (por dentro y por fuera) y oyendo salsa y después David Bowie, que rápidamente cambié por las BBC sessions de Led Zeppelin. Comimos en el techo de la casa (desde donde se ven el Empire State y el Chrysler) y listo. Fue un día que, apenada por todo lo sucedido el día anterior, mi vida me regaló para que no muriera de tristeza.

En la mitad de la comida en el techo con los amigos de Salas, entró el tema de la comida y la nutrición, y uno de ellos dijo que toda la comida de este país engorda, hasta tal punto que “burgers are good for you”. Me gustó la frase y la dejé como el lema de la incoherencia estadounidense, de la búsqueda por la salud y el hallazgo de ella en lo menos esperado, porque ya todo es hormonizado y genetizado, y lo tradicional fue lo que terminó siendo lo más saludable. Que viva la Cocacola y las hamburguesas.

Pd: la foto del principio no tiene nada que ver, dejen de ser ilusos. Y lo de la etología es un buen ejemplo, ilustrativo si al caso, pero tampoco está relacionado con el resto. Perdonen no cumplir con la promesa de la hilación, pero estamos en el discurso posmoderno, donde la coherencia es solo opcional. Esa es mi excusa hoy.

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