viernes, mayo 25, 2007

Correo desde Nueva York 4

Este correo está dedicado a Adriana Hurtado, porque hoy cumplimos 4 meses (es decir, hace cuatro meses ella estuvo de acuerdo con comenzar este trayecto amoroso con este desequilibrado autor- si es que se me puede dar ese título-). La amo toda.

Si no estuviera dedicado a Adriana, lo dedicaría a Barry White, que murió la semana pasada, y todos los afro-americanos del barrio han sacado sus radiolas para poner sus canciones a todo volumen. Cu-cu.

Creo que lo logré. Ayer recibí un correo donde alguien me decía que se sentía más cerca de mí cuando leía mis correos, por lo menos más cerca que cuando estaba en Bogotá. Era exactamente lo que estaba buscando, que tal vez con esto hiciera que la gente sintiera que yo ya no era tan distante como lo soy siempre incluso cuando pueden oírme respirar. Será que me tengo que quedar? Bueno, lamentablemente eso no es una posibilidad ni un deseo, entonces les tocará rendirse a aceptar que volveré a Bogotá para volver a mi distanciamento cotidiano. Por ahora, lean.

Cuando yo había viajado a el estado de Texas (nada bonito, por cierto), tuvimos un episodio que, como en raras ocasiones sucede, comprobó una teoría de las ciencias humanas. Hall dijo que las distancias interpersonales cambian según los contextos. Entonces una persona latina va a estar apachurrada contra otra, y ni siquiera les va a importar. Pero un gringo no puede estar cerca del otro, porque ya se siente incómodo.

Entonces, el gran seminario era con personas que en un 90% (si, 36 de 40) eran latinas. Todos nos quedábamos en el mismo hotel y acababamos de almorzar. Claramente, todos teníamos que subir al cuarto a entrar al baño o a lavarnos los dientes. Y como siempre pasa en este país, solamente se podía subir por el ascensor (las escaleras están destinadas a situaciones de emergencia, como si la actividad física fuera prohibida o peligrosa, aunque a veces lo pareciera). Entonces eramos 35 latinos todos hacinados, esperando uno de cuatro ascensores y,claro, nadie iba a ser capaz de esperar al segundo. Todos teníamos que caber en el primero.

Segundos después de que llegara el ascensor y salieran dos que tres gorditos con botas y sombrero, hablando todo duro y diciendo "hey y'all", comenzamos todos a tratar de entrar al ascensor estadounidense. El límite de peso era de 18 personas, pero realmente podría ser de 10, porque 18 gringos, con aquel problema ya citado de las distancias entre uno y otro, no iban a meterse en la caja que asciende.

Claro, los latinos NO prestamos atención al aviso de "solo caben 18, ni unito más, no espichen, en serio que no cabe uno solo más", y entramos cerca de 24 (había costaricenses chiquiticos, y tampoco es que en Latinoamérica seamos grandototes). El ascensor trató de comenzar a subir, y difícilmente lo hizo. Todos llegamos a nuestros cuartos y nos lavamos los dientes o entramos al baño, y no pensamos en el incidente del ascensor como algo raro o poco cotidiano. Era como andar en una buseta en hora pico, o en una fila para cualquier trámite: apachurrada, amacizada, asquerosa. Pero a nadie le importó.

Esto fue el segundo día. Ya en el cuarto día, los ascensores (los 4) estaban dañados, claramente porque los técnicos ascensoristas nunca creyeron que al Ramada de Fort Worth (Texas) fueran a llegar 36 latinos a dañar los ascensores por exceso de peso. Conclusión: Los latinos en Texas no pueden entrar porque dañan los ascensores. No se nos haga raro que Estados Unidos abra una oficina específica para tratar situaciones de elevadores dañados por exceso de peso de latinos.

Y es obvio que durante el resto de la semana seguimos subiendonos los mismos 24 al ascensor con peso límite de 18, y nunca abrieron las escaleras, que gustosamente los 6 sobrantes hubiésemos tomado para no estar en el apachurre.

Pero me he dado cuenta que no todo el país funciona así. En esta ciudad parece que el presidente de Otis y el de Schindler se prestaron mutuamente los libros de Hall, y leyeron atentamente los capítulos de diferencias interculturales. De esta manera, pusieron cables más gruesos en los aparatos, los hicieron más chiquitos de lo normal y quedaron invencibles contra latinos. Como el candado de bicicletas que se llama New York Lock (porque fue hecho para la ciudad), estos ascensores son New York Elevator.

De esta manera, cuando uno sube a un ascensor, puede tener la sensación de estar subido en una torre de Babel. No solamente por la altura, sino porque todos hablan idiomas diferentes. Hay un turco gritando al otro, un puertorriqueño que no puede pronunciar la erre hablando por celular, el colombiano callado y mirando atentamente, y dos gringos (claro, también hay siete ecuatorianos), tal vez tres chinos o cuatro japoneses (ellos también son chiquiticos).

Y en estes caso el amacize no es latino, pero tampoco gringo. Es todo el mundo tratando que su voz recorra el ascensor para llegar a su compatriota del otro lado, y todos al tiempo. Y el ascensor sube y baja permanentemente con esta población y NO SE DAÑA! Esto si es la maravilla, que espectáculo. Los gringos si se pusieron las pilas con todo en esta ciudad, no joda. Y me bajo con una sonrisa cada mañana en el piso de la oficina, después de hacer fila para entrar al ascensor (si, hay fila que a veces se sale del edificio) y entrar al ascensor pluricultural.

Pero esta situación no es solamente propia de los ascensores, es también de las calles, los mercados, el metro (en especial el metro). Y también existen situaciones raras como la enchilada china y el jazz japonés.

La enchilada china es simplemente un restaurante de comida mexicana que queda en Brooklyn. Estaba yo caminando con hambre (bueno, caminando, porque el hambre si es permanente durante toda mi vida), y vi de pronto "tacos 1.45", y supe que debía entrar. Miré la carta, y fui a pedir a la señorita: era china. Cómo asi? Entonces me voltée a mirar si el sitio era chino o realmente mexicano. Noo, era mexicano. Entonces la china? Pues nunca entendí porque todo el mundo que estaba ahí dentro era chino, y a nadie se le hacía raro que una mano de chinos hubieran dejado de lado sus eggrolls y su arrocito para hacer enchiladas, chilaquiles y tacos. Lo peor es que eran hasta ricos.

Y el otro caso es el jazz japonés. Yo bajaba tranquilamente por la gigantesca estación de la Calle 34, y de pronto oí un saxofón. Siempre había oído saxofones en las calles (en especial los domingos por la quinta), pero nunca en el metro. Pues sucede que había un grupo de jazz tocando en la estación del metro. Era parte de un programa de música en las estaciones, pero este grupo era demasiado espectacular. Yo nunca creí que me iba a quedar veinte minutos oyendo la música. Hasta hice el ejercicio de pensar que estaba en un concierto de jazz en un bar, y funcionó! Cerré los ojos e imaginé que me iban a llevar un martini y que yo estaba entre el humo de cigarrillos de varias personas, sentado solo en una mesa y esperando que terminaran la canción para aplaudir. Estaba de corbatín (no sé por qué) y esperaba a Adriana, que no había llegado. De pronto abrí los ojos y me di cuenta que estaba muy tarde para llegar a ver la pólvora pre-4 de Julio donde Camila (hay pólvora el 3 de Julio en queens...?), y salí corriendo. El grupo estaba compuesto por dos afroamericanos, un gringo y un japonés, y el último era quien tocaba el saxofón. Bonita situación, y bonito video, especialmente la parte que pensaba que Adriana estaba conmigo, pero me desperté.

Estas situaciones no se viven en otra parte. El hecho de bajar a una estación donde uno espera encontrar un tren plateado con una letra Q amarilla, subirse y llegar a su casa, y terminar en medio de un concierto, soñando con otro, solo pasa acá. Esto es lo máximo.

Y finalmente vimos la pólvora del 4 de Julio. Ya había visto esa del 3 de Julio y me reí bastante, y la del 4 fue parecida sino que cambiaron algunas cosas. Primero que todo, durante la pólvora del 3 de Julio un hombre le pedía la mano a una mujer, porque pensaba que era un bonito momento. También la gente aplaudía (no a los novios, sino a la pólvora), creyendo que el alcalde o el polvorero los iban a oir. Qué rabia. Por qué aplauden? Esque las luces están haciendo un esfuerzo por mostrarse? Los aplausos están destinados a felicitar a alguien por su performance, pero que aquel persona los oiga. O alguien sabe de una situación donde quienes actúan se tapen los oídos y griten para no oir los aplausos? Entonces, está el polvorero en la mitad del río echando la pólvora, con tapones en los oídos y mugre en las manos, prendiendo cada fogonazo que en segundos morirá en mil luces de colores, y no oye nada en absoluto de los aplausos que le dan. Además, creo que yo soy el único que cuando ve la pólvora piensa en quien la está botando más que en la luz en sí. Pobre man, está allá echado, quemándose y tal vez cantando alguna canción para no pensar tanto en el dolor. Y la gente para quien está echando la pólvora le aplaude, pero no a él sino a lo que él botó. Es como si Montoya ganara una carrera y lo sacaran del carro y se quedan aplaudiendole al carro, mientras que él llora solo en los pits, a las espaldas de todos. Qué infamia. La polvora debería terminar con un aviso: "Todo esto fue gracias a Pepito el polvorero". Y tal vez también podría salir al otro día en el periódico una breve reseña del polvorero, donde dijeran cuáles son sus aficiones, cuántos hijos tienen, cuál fue el espectáculo que más ha gozado (que tal vez el ni siquiera los mira, porque se quema los ojos), qué hace durante el resto del año (seguro tiene trabajo solamente para navidad, año nuevo, thanksgiving y el 3 y 4 de Julio), y cuándo le dio por hacer parte de esa noble y poco reconocida profesión. El artículo tendría que ir con una foto y en una de las primeras páginas, tal vez a color. Podrían tambien tomar una foto con el alcalde, donde el polvorero está todo sucio y le da la mano negra de humo al alcalde en corbata (si quieren, entregan un cheque gigante de icopor, pero eso es opcional).

Bueno, y el 4 de Julio fue lo mismo pero más largo, y con Juana, que felizmente vino a acompañarme durante el fin de semana, y a caminar durante tres días sin parar por esta bendita ciudad. Con ella me di cuenta que los amigos también son lo máximo. La vez anterior solamente dije que extrañaba a mi familia y a mi novia, y con este fin de semana me di cuenta que extraño también a mis amigos, que nunca veo y con quienes nunca hablo, pero que cuando tienen la maravillosa idea de venir a estar acá durante algunos días, me hacen feliz (es decir, espero a quien quiera venir para mostrarles de todo).

Con Juana fuimos al Metropolitan (vimos armaduras, un girasol, un autorretrato y los irises de Van Gogh, además de la catedral de Monet y dos cuadros de nenúfares, entre jardines y pianos de cola), pasamos cerca de la Estatua de la Libertad, entramos a Toys R' Us en Times Square (que tiene una rueda de chicago dentro del almacén, full size), y fuimos al Guggenheim (el museo más espectacular sobre la faz de la tierra, por lo menos la faz que yo conozco). Caminamos como vagabundos desde el viernes hasta el domingo (bueno, dormimos también, lo de vagabundos es un decir), y se fue. Buen fin de semana. Se terminó con Camila, su hermana, su concuñada y Juana en el parque, comiendo sanduches y chocolates en la mitad de un prado, y después buscando sin éxito una estatua de Alicia en el país de las maravillas. Y Camila se va mañana y me quedé sin amigos acá. Que chanda.

Bueno, pero en esta semana pasaron innumerables cosas además de todas las que he contado. La más importante fue el brinco. Esto tiene que ser descrito con detalle.

El puente de Brooklyn es el que paso todos los días. Es grande, tiene ciclorruta amplia, tiene una vista espectacular. Pero cuando voy con los de la oficina hacia algun sitio, pasamos por el Manhattan bridge, que es feito, tiene una reja gigante, y al final tiene escaleras. El hecho de que tenga escaleras quiere decir que, si uno está montando en bicicleta, tiene que bajarse para pasar caminando. Son tres grupos de 10, 14 y 4 escaleras, de arriba hacia abajo. Y antes de las escaleras hay una pequeña curva.

Entonces, estabamos pasando por el puente y recordé la existencia de esas escaleras. Me quedé pensando en la pereza que me daría bajarme de la bicicleta y pasar las escaleras a pie, para después volverme a subir. Que jartera, además ya tenía impulsito y no lo quería perder. Así, faltando diez metros, decidí que mi destino era saltar hasta abajo. Aunque tuve un segundo de duda, cuando llegué a la parte superior de las escaleras bastante rápido, solo me quedó la opción de seguir por los aires hasta el final.

Hace rato que no saltaba tanto. Esos momentos en los que uno está en el aire y todo se detiene son ricos. Claro, salté las primeras diez escaleras, y las siguientes las pasé montado en la bicicleta, para llegar a las últimas cuatro y saltar otra vez.

Hasta ese momento, no había sonreído ante nada, y no había existido ningun suceso que me hiciera sentir feliz. Había sentido asombro ante los edificios y los parques, impresión ante los museos y respeto hacia la gigantesca ciudad que intimida pero que al tiempo seduce. Pero nunca había sentido la felicidad que sentí cuando llegué abajo y estaba todavía montado en la bicicleta, y acababa de brincar como hacía unos años, restableciendo mi posición dentro del mundo de las bicicletas, que no había retomado hacía mucho tiempo. Definitivamente, mi mundo son las bicicletas. Re encontré mi identidad y me sentí feliz.

Creo que esta es la mejor forma de terminar este correo. Un momento de éxtasis que creo que no he podido describir con lujo de detalles, pero sé que me entienden. Ese fue un hito durante mi vida en esta ciudad, es la segunda situación que me hace pensar en que no me va a ir tan mal durante este rato. Ya he dejado de pensar en los porcentajes y en las semanas que faltan, y con eso ya me doy cuenta que al finalizar esta semana ya voy a llevar 1 mes en esta ciudad. Esperaré con poca paciencia durante los otros cuatro meses, para retomar mi vida bogotana, con frío y con lluvia, con bicicletas y con novia, sin empire state o estatua de la libertad, pero dándome cuenta que esta ciudad es la capital del mundo, pero no del mío.

Chao.

Carlos F. Pardo

Pd: se me hace dificil firmar. De ahora en adelante voy a poner una línea contínua, que ustedes podrán sustituir por Carlos, Carlie, Pardo, pipe, capique, Carlos Felipe o Tli (solo Adriana).

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