domingo, febrero 06, 2005

Correo 3. Gracias doctora, o Bangkok es de infarto: Una aventura psicoanalítica

0. Prefacio (?)
Casi no escribo esto. Tenía que esperar a conocer el final de la historia para poder contarla, porque si no hubiera sido inconclusa. Además, veía dos finales posibles y cada uno tendría que tener un relato completamente distinto. Aunque sea Rayuelesco, escribí los capítulos en desorden cronológico, pero cada uno tiene un número que los ubicará temporalmente. Si no entienden con la lectura propuesta aquí, por favor léanlo del 1 al 7 (si, es completamente Rayuelesco, pero es la mejor manera de escribirlo). Algo adicional es que la historia tomó forma en un McDonalds, pero les prometo que es buena.

Ah, esto tiene dos dedicatorias: la primera (circunstancial) es a Rodeolandia, que cerró hace unas semanas y me enteré ayer. La segunda es a Adri, que protagoniza la historia mientras se recupera de su nariz.

5. Al otro día del gran mal: el trabajo en la oficina

Cinco y media de la mañana… ya? Maldita sea, no dormí un carajo y tengo que levantarme para ir a la oficina.

De alguna u otra manera sentía que era mi responsabilidad levantarme a las 5:30, alistarme, desayunar y llegar a la oficina a las 6:30 am. Ahora que no lo hago (me levanto a las 6:00 o 6:30 y llego a la oficina a las 7:30), me doy cuenta que lo hacía porque, al llegar a la oficina, eran tantas las preguntas que me hacían por Messenger que tenía que dedicar por lo menos una hora a responderlas. Ahora han sucedido varias cosas: le digo a la gente que me escriban y que después les responderé con calma, o simplemente hablo con ellas un ratico y después les digo con sinceridad: “sé que en su caso son las 7:30 de la noche y ya terminó su jornada laboral, pero en mi caso son las 7:30 de la mañana y mi día hasta ahora comienza!”

Pero ese no es el tema. El tema es que me levanté a las 5:30, preparado (creo) para ir a la oficina. La noche la pasé casi en blanco, y tuve que hacer un esfuerzo para despertarme del todo, dejar las cobijas a un lado y caminar en zigzag hasta el baño. El día comenzó bastante mal…

Una vez desayunado (mi primer desayuno del día: un yogurt y Corn Flakes), salí para mi oficina. Llegué, todo muy bien, pero el dolor en el pecho seguía molestándome. Qué desespero, me acordaba de la película de Jack Nicholson que estaba brincando con la novia y de pronto le dio un ataque cardíaco que lo dejó tirado en el piso. Pero, y si de verdad tengo un prodromo de ataque cardíaco y estoy cerca de mi muerte? Me voy a morir aquí? En Melgar? Mucha estupidez terminar su vida en medio de una ciudad donde a uno lo conoce solamente la secretaria, y que quién sabe qué manada de peripecias habría que hacer para devolver el cuerpo en el ataúd (aunque creo que VISA cubre eso, para eso conseguí la tarjeta de crédito), y el funeral tres días después… mejor dicho. Ni pensemos en eso…

Pero seguía pensando en eso. No podía dejar de pensar en el dolor que tenía y que probablemente me haría caerme en medio de una calle, con un montón de gente desconocida alrededor y ninguno atendiendo el caso de aquel muchacho de gafa azul y nariz roja (se ha vuelto roja con el sol, maldita sea, y el resto de la cara sigue igual).

Tengo que ir al médico. Al lado de la cafetería del edificio, justo frente al travesti que vende los helados (esa parte la cuento después) está el centro médico. Ojalá no cobren, no?

3: El dolor inicial
Estaba caminando a la oficina después de llenar la botellita de agua en el dispensador que queda al lado de los ascensores (me he convertido al consumo de agua porque es gratis, no porque sea mejor o más rica). Camino y de pronto siento un jalón en el pecho.

Tan raro… ah, que pereza, ahora quién sabe qué carajos me va a dar. Tengo 25 años y voy a ser la persona más joven de la historia en tener un ataque cardíaco. Sí tenía razón todo el mundo, no me puedo estresar porque me puede dar algo grave, y ahora no hay vuelta atrás. Estoy a minutos de mi muerte y ni siquiera he escrito mi testamento. Veamos: los libros, pues que Adri coja los que quiera y el resto se los dé a Luis, a menos de que Mario o Lili quieran algunos. Kundera si que los coja Adri y que le devuelva a la abuelita La despedida y La inmortalidad (esos son de ella), y que le diga que si quiere otro de los míos para reponer el robo malintencionado. Carajo, pero también Raúl podría quedarse con otros… los de etología? No, esos Luis también los querrá… y Andrea? Y Diana? Ah, creo que lo mejor va a ser que Luis, en medio de su sensatez, los divida entre todos los que estén interesados. Finalmente, son como 170 de psicología. Pero, y los de Einstein? Ah, esos déjenlos ahí de recuerdo, no creo que a alguien le interese leer una historia repetida en 21 libros con distintas variaciones y una que otra foto nueva.

Bueno, eso en cuanto a los libros. La bicicleta, pues que Mario la coja, a menos de que Adri la quiera. El casco pues seguro se queda Mario con él, y todo el resto de los accesorios.

Gracias a Dios esas son mis dos cosas de mayor valor. La cabeza de frenología que se la lleven para el laboratorio y la pongan en un sitio en que nadie la toque, porque se le pueden borrar las líneas. De resto, el cajón de abajo que lo coja Adri y lo guarde, junto con todas mis pendejadas y adornitos chéveres que he recopilado en esta corta vida. Entonces eso ya está claro. Pero, y el matrimonio? Ese si no se puede dejar encargado! Y Adri? Nooo, que complique esto de prever la muerte. Por qué no más bien dejo de pensar en eso y no más.

Minutos después de haber decidido que no me iba a molestar más el pecho, vuelvo a pensar en eso… Y si me da mientras estoy solo? O en el apartamento? Quién se va a dar cuenta? Pueden pasar días enteros y nadie se da por enterado… tal vez la señora que limpia el cuarto entra a limpiarlo y me ve ahí tirado en la cama y dice “veeee, ese chino sí que duerme, creo que no ha salido en toda la semana. Será volver después” (todo esto en Thai). Espero entonces que Cheer me llame al celular, después a la casa hasta que vaya a buscarme y un hombre que encontró en la calle (fuerte, grande) tumbe la puerta (no importa que en mi casa haya copia de las llaves, igual ella tenía que hacer las cosas de esta manera porque es una situación de emergencia, y las emergencias necesitan de acciones extremas como botar puertas, romper vidrios, gritar, empujar gente, hacer caras, etc). Me sacan, llaman a Adri y a Lili y resuelven lo que van a hacer conmigo.

(Para resolver la parte de comunicación Bangkok- Bogotá, escribí un correo entre Cheer y Adri, para que las dos se conocieran y para que supieran los datos de cada una, y así podrían comunicarse como un bólido en caso de que algo me hubiera pasado. Buena idea).

Entre estos pensamientos pasé la tarde de ese día, y la noche fue parecida, sino que peor porque ya había leído en Internet los posibles síntomas: dolor de pecho, y tiene que haber uno (o más) de los siguientes síntomas: dolor en alguna parte superior del cuerpo, mareo, falta de respiración, y otras cosas que ya no me acuerdo porque yo decidí que de una manera u otra me iba a dar dolor en el brazo izquierdo, porque es el síntoma clásico de infarto.

4: Noche terrible
Claro, durante toda la noche sentí mi brazo pesado, adolorido y no me daba cuenta que ya no tenía dolor en el pecho y que no me sentía mal por ese lado. Histérico! Freud sí era un pilo en darse cuenta de esas cosas. Y yo, habiendo leído parte de su lora, no podía dar con que estaba inventándome todo.

La noche fue acompañada de noticias de CNN, porque es el único canal que tengo en inglés y ya me sé de memoria las noticias de Condoleeza Rice e Irán, Irak, las elecciones en Bagdad, y el segundo mandato de Bush (sorprendentemente, estos tres grupos de noticias pueden durar semanas enteras, con pocas variaciones pero siempre parecen nuevas). Los otros canales de la televisión son en Tailandés, aunque hay dos más en chino. A veces tengo la suerte de encontrar una película en inglés con subtítulos (a Tailandés o a Chino) y puedo verla por pedazos. Gracias a Dios no me gusta la televisión, porque si no ya la hubiera cogido a puños, llorando por buscar un canal interesante. De todas formas, el aparato ese no me hubiera entendido porque el menú es en Tailandés y el sleep también! Entonces para poner sleep me toca espichar el botoncito y salen garabatos raros hasta que yo intuyo que lo puse para una hora.

Pero poner la alarma en el televisor! Eso sí fue una hazaña. El primer día en Bangkok, yo no tenía despertador. Con el jetlag tan absurdo, sabía que tendría que poner una alarma para levantarme al otro día, pero no había traído nada con esa función. Caí en cuenta que el televisor podría tener alarma y la busqué. Sabía que tendría que encontrar un sitio donde hubiera algo parecido a una hora (algunos dos puntos encerrados entre dos grupos de dos digitos, seguidos de un am o pm).

Después de cambiar el brillo, el contraste y el “hue” (?) y dejar a los protagonistas de la tele con cara verde y un poco cauchudos, con sombras blancas, por fin encontré el lugar donde se tendría que cambiar la hora de la alarma. Puse: 6:00 am. Ahora, el problema era saber si lo que había hecho era cuadrar la hora en la que estábamos o la de la alarma. Pues ni idea. Esperé dos minutos y, tal cual, el reloj decía 6:02 am. Entonces otra vez, busque el bendito lugar de la alarma hasta que lo encontré. Puse la hora y después me di cuenta que había un garabatico que aparecía y desaparecía, como una opción adicional. Espichaba el botón y se quitaba, pero lo volvía a espichar y lo volvía a ver. A su lado, un dibujito como una lavadora esquemática, de esas que se mete la ropa por el lado.

El extraño signo quería decir que la alarma estaba prendida o apagada… y cómo era que estaba prendida? Con el cosito o sin el cosito? Yo seguía pensando maneras de lograrlo. Entonces pensé en cambiar la hora de la alarma para dentro de un minuto y esperar para ver si (con el cosito puesto) iba a sonar. En ese momento entraron los dueños del chuzo y me tocó preguntarles. Por fin, tenía que estar con el cosito puesto para que sonara la alarma, aunque nunca le entendí al man qué quería decir (una conversación entre gente que sabe poco inglés y otro que no sabe Tailandés es como ver un par de trogloditas en busca de un idioma común, faltaban los garrotazos y salir con la mujer arrastrándola del pelo).

Pero ese no era el tema! Yo estaba acostado y esperaba entrar a etapas oníricas en medio de los debates de si Bush iba a tener un buen segundo término, que si Clinton tuvo mala suerte entonces que Bush tal vez también, pero que entonces no porque el man sabía hablar… por ahí salía una musiquilla de los comerciales tailandeses y después volvían al mismo bendito tema, horas y horas enteras. Por fin, se apagó el televisor y yo me concentré en mi mal. Cada vez sentía más dormido el brazo izquierdo y me seguía imaginando la escena de un dolor intenso en el pecho y mi cuerpo cayendo al piso, buscando el teléfono que queda al otro lado del cuarto y llamando a Khun Chai Wat (el nombre del dueño del sitio) para que me ayudara, o que tal vez ni siquiera alcanzaría a llegar porque el dolor era muy fuerte y me dejaba ahí tirado.

Cómo me voy a dormir así? Mis últimos minutos de vida los voy a pasar echado en una cama? Qué tristeza, solo, íngrímo, sin el cuerpito de Adri al lado para que me diga que no me preocupe y que deje de ser tan bobo, los dos abrazados. Recuerdo ese abrazo y me duermo.

1: Adri: mi corazón
Estoy acostado en la cama de Adri, ella está escribiendo algo en el computador y termina. Se acerca y me dice que si dormimos un ratico. Vale, rico, aunque yo estaba dormido desde hacía como una hora (mi hipótesis es que la cama de Adri tiene sustancias narcolépticas que no me dejan estar despierto cuando estoy ahí, así esté sentado). Ella se acuesta despacio y pasa su brazo izquierdo por encima de mi tronco para que nos cojamos de la mano delante de mi pecho. Le doy un beso en la mano y le digo que la quiero, a lo que ella responde con otro beso en la mejilla izquierda. En ese instante me doy cuenta que el amor también es físico, y que estos abrazos van a ser lo que me permitirán vivir tranquilo el resto de mi vida (pienso brevemente en Bangkok, que está a unos meses de distancia, y me doy cuenta que tengo que aprovechar esos abrazos para recordarlos cuando esté allá).

Un rato después, Adri me dice que mi corazón late muy rápido. Me pide que me despierte porque yo ya he dormido mucho (es verdad), y me dice que el de ella va como a la mitad del ritmo. “Usted está estresado o preocupado?” Pues yo no creo… tan raro… será que me va a dar algo?

“Carlie, deje de ser tan bobo, por qué le iría a dar algo? Usted siempre está pensando en ese tipo de cosas”. Ella lo dice con un tono que, al tiempo que me hace caer en cuenta de mi nivel de estupidez, me tranquiliza. Después nos quedamos mirándonos el uno al otro y ella me dice que yo respiro muy rápido, que tal vez por eso es que mi corazón va a mil. “Mire…” me pone mi mano sobre su barriga y me dice que respire a esa velocidad para que mi corazón se tranquilice.

Imposible, amor. Para que yo alcance esas lentitudes de latidos de corazón tengo que irme al Tibet durante 10 años, raparme y volver con túnica anaranjada venerando al gran Señor Buda. Prefiero quedarme a su lado un rato cada día para tranquilizarme.

Ahí nos volvemos a dormir, esta vez Adri está con su cabeza encima de mi pecho y su brazo me rodea. Yo la abrazo igual y la acaricio despacitico. De pronto ya es hora de irme para mi casa.

6: El doctor
- Sawatdeee krab. your name?
- Carlos
- How dooo yooouu spell…. this?
- C A R L O S.
- Oh, Caalas! Ok, please sit and wait for the doctor.
- Kop kun kraaab,
El medico me atiende casi de inmediato, dado que en la sala de espera del centro médico de Naciones Unidas no hay nadie. Me hace sentar a su lado, justo al lado de la mesa (no en frente) y me comienza a hacer preguntas. Describa el dolor de pecho, tiene usted fiebre, qué más ha sentido… vale. Camine para el consultorio.
Me pongo la batica azul y me siento como si me fueran a llevar en camilla directo para el hospital. Mientras el doctor vuelve, me imagino agujas y caras de asombro, gritos desenfrenados a la enfermera pidiéndole cosas en Tailandés porque yo estoy muy grave, y hasta me imagino horas después metido en un quirófano y tratando de explicar que no es para tanto, que yo siempre he sido así, que de verdad no me tiene que abrir, pero nadie me entiende y veo la máscara de anestesia general al lado de una mesita llena de bisturíes y aparatos metálicos raros que podrían tener cualquier intención menos la de curar enfermos.
Diez segundos después de desaparecer, vuelve el médico con el estetoscopio (mis pensamientos desvanecen cuando lo veo porque no hay jeringas). Eee! Vamos a ver qué tengo…
- Respire hondo, bote el aire… otra veeeez… otra veeeez… bien. Ahora acuéstese de lado, esto duele? Esto duele? Esto? Y esto? Y esto? Y esto? Y esto? Su corazón late super rápido, eso es normal? (cara de angustia enmascarada)… ah, bueno.
Como joden. Después de estas preguntas me dice que me puedo poner la camisa otra vez, y que vaya a la oficinita.
- Pues man, finalmente no tiene nada raro. No le puedo decir nada de su corazón porque está dentro de los límites normales, aunque rápido. De todas formas, es super fuerte.
Bueno y el estrés?
- Ah, claro. Ya entiendo todo. Si, mi hijo vive en Chile y le pasa lo mismo. Usted de dónde es? Ah, claro, son 12 horas, no? Si, pues es duro, las primeras semanas van a ser un poco terribles, pero también puede hablar por chat con su familia, no? Tiene que conseguirse un Internet de banda ancha, y así no hay problema.
Bueno, en cuanto a su remedio… coja, este papelito dice que tiene que irse ya para su casa y mañana no venga. Vaya a cualquier sitio, vaya de shopping (usó esta palabra) y tranquilícese, tómese la vida con calma. Listo, chao, muchas gracias por venir, espero que esté muy bien.
Con base en lo anterior, nos podemos dar cuenta de las estrategias de los médicos: si no hay nada claro para decir, hay que hablar de alguna de las siguientes cosas: café, alcohol, cocacola, estrés o nutrición. Claro, todo se arregla con dos días de incapacidad o diciendo “deje de tomar/comer/hacer” cualquier de las anteriores, o “comience a” comer bien, dormir bien, sentarse bien, afeitarse, planchar su camisa…
Tan querido el hombre.

7: El descanso de la tarde
Después de mi visita al médico, volví a la oficina y me invitaron a almorzar en un palacio (esto suena como a un capítulo de Alicia en el País de las Maravillas, pero es verdad. Un palacio que tiene restaurante super rico). Durante el almuerzo no paraba de pensar en mi condición de estresado que siempre me diagnostican, como cuando uno se porta mal en clase y lo ponen en la esquina para que todos lo vean.

En esta ocasión, estaba con tres personas de la oficina (tres mujeres, una gordita y mayor que se ríe todo el día y me regala chocolates como si tuviera 6 años). Me preguntaban cosas durante todo el almuerzo, para que yo pensara en otra cosa. “And, Calaas, in Bogotá what do you eat? Calaas, where did you learn English? But, Calaas, where is this Bogotá anyway? Calaas, do you like fish? Calaas, did you know that we have ten kinds of mangoooo?” Extrañamente, respondí a todas las preguntas que me hacían, y ya he aprendido a pretar atención o voltear la cara cuando alguien dice “Calaas”. Lo mejor de mi nombre es que a todo el mundo le parece super raro. Siempre preguntan que si ese nombre es normal en Colombia, y yo a veces digo, “Pues, no tanto, sabes? Es más bien un nombre exclusivo, casi nadie lo tiene” pero en esta ocasión les dije que era como decir Bob en Estados Unidos o…. Ooo en Tailandia (ya he visto tres).

Esto me recuerda algo interesante. Cuando uno nace en Tailandia, el nombre de pila es lo que va a aparecer en la cédula y en los documentos legales. No obstante, en ese mismo momento los padres escogen (o inventan) un apodo para el muchachito/a. Esto comienza a explicar todo: mi asistente se llama Cheer, pero se llama Paranee Pihakaendr. Otro amigo se llama Oc pero se llama Kerati. Y casi todo el resto de la gente (hombre o mujer) se llama Oooo. Es como si los papás lo hubieran visto al nacer y hubieran tenido esa exclamación: “Ooo…” entonces así se quedó el joven para el resto de sus días.

Así, cuando a alguien (Tailandés) le preguntan el nombre, pronuncia algo bien largo e incomprensible. Después le preguntan “y su apodo?”, y responden con una sílaba super breve: Bib, Oc, Eee, Ooo, Oy. De esta manera, todo el mundo que se conoce se saluda como si fueran computadores viejos de pantalla negra con letras naranjas: “pip, ooo, Bib, Oc, Ap, tut”.

Esto es un problema conmigo: cuando me preguntaron mi apodo, yo dije “Carlie”. Ahí sí que casi se caen de para atrás: juepucha, si el nombre es tan complicado para qué carajos le pusieron un apodo peor de complicado? Hasta el momento, nadie lo ha podido pronunciar… he tratado también con Pardo, Pipe, Cacique, pero nada. Entonces ya todos se resignaron a decirme “Calaaas”, que finalmente podría funcionar como un apodo. Con el que no han podido es con el nombre de Adri: “Annndriana?” “Ayiana?”… mejor esperemos a que la vean para ver cómo le dicen.

Después del almuerzo decidí irme derechito para la casa para seguir el mandato del doctor. La tarde de descanso comenzó con un largo intento de dormir desde las 12:30 hasta las 3:30. Aunque no dormí, descansé un montón. Me sentía como si no hubiera comido hacía mil años, y seguía pensando en lo que el doctor me dijo. Claro, ahora las enfermedades se curan con la tecnología: conexión de banda ancha para el estrés, chat para la depresión… y lo peor del caso es que, después de eso, me fui para un café Internet de banda ancha a buscar a Adri para hablar por Skype.

Como lo había pronosticado el médico, me mejoré. La voz de Adri me alentó por completo y los 40 minutos que echamos de lora fueron como una extensa terapia en un spa. No sé qué tiene ella, pero es lo único que me puede tranquilizar.

Al salir del café Internet, caminé hacia el lugar más nutritivo que encontré para comer (McDonalds), y al estar cerca del lugar sentí que algo trepaba por mi pecho, un dolor intenso y prolongado. Me detuve y volví a prender la película de la camilla, los doctores, las jeringas, los desconocidos en la calle, etc. Segundos después, mi boca se abrió y emitió un erupto asqueroso que pudo haber matado una paloma o un niño si hubieran estado cerca. Aunque el tema de hoy no son los olores, este producto tenía un hedor compuesto por todas las porquerías que me han dado de comer durante los últimos días, mal digeridas y aún en el trancón que tengo en el esófago porque mi estómago todavía está tratando de comprender qué carajos es todo eso que tiene que sintetizar. Creo que con este erupto me desquité de cualquier olor que haya percibido en estas tres semanas, dejándolo para que se agregue al constante aroma Tailandés, que podría estar compuesto por este tipo de producciones más que por las comidas.

Después de esta momentánea expulsión de gas, me sentí mucho mejor y entré raudo y veloz al McDonalds (creo haber oído toses de los transeúntes que pasaban a mi lado, y algún comentario fuerte en Tailandés condenando mi acción. Pero esque si uno no bota los gases se enferma, créanme). Pedí el bigmac meal y caí en cuenta que aquí estaba mi historia de la semana: En el gas.

2: La profesión reprimida de Adriana
Adri me acompaña a responder correos de mi jefe en Alemania, mientras esperamos que pase el pico y placa para irnos a su casa. Cuando termino los correos, nos quedamos en la sala un rato y nos abrazamos. Yo le doy un beso en la frente y ella se voltea y me da uno en la boca, cortico. Esos momentos de silencio son para pensar en lo que va a pasar durante los próximos meses, en estos abrazos que no vamos a tener durante varios días. Ninguno de los dos lloramos, pero sí sentimos por dentro que hay algo que no nos deja estar tranquilos. El mayor reto de la relación, nos decimos a veces, y es cierto. El mayor reto de la historia de Adri y Carlie.
De pronto siento un dolor en el pecho y le digo a Adri que me revise. Ella feliz: manos a la obra, se pone a oprimir todas las partes de mi pecho y de mi estómago buscando algún mal. Por fin, me dice que yo soy un exagerado. “Pero qué cree que tiene? Un infarto a dos minutos?” Yo asiento con timidez, y ella se muere de la risa. Busca mis ojos pero no los encuentra porque miro hacia abajo, como un niño regañado. Coge mi quijada con la mano y sube mi cara con fuerza para que la mire: “Carlie, son gases”.
Gracias, doctora.


Pd: sigo vivo, y mis libros siguen siendo míos, vale? No se me ilusionen.

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