jueves, enero 27, 2005

Correo 2: Unos sonidos y algunos olores

Con Nota: esta vez no puse foto porque creo que a nadie le llega este correo por tener ese “attachment”.

A veces me quedo pensando, “si seré mucho imbécil dedicar tanto tiempo a escribir cosas, si podría estar afuera viviendo la vida y conociendo sitios”. De inmediato saltan varias razones pidiendo ser la más fuerte para refutar este argumento:
No se me puede olvidar mi idioma materno, y tal vez una de las mejores formas de recordarlo es escribiendo. Habrá que ver si cuando vuelva todavía podré hablar en español, porque realmente siento que todo se me está olvidando.
Tengo un fuerte “apego” con la gente de Bogotá (pues, no con la gente, sino con los que reciben este correo) y me dan ganas de contar todo lo que está pasando para que se enteren. Extrañamente, eso únicamente lo hago cuando estoy en otro lugar. Cuando estoy en Bogotá nadie tiene ni idea si estoy muerto o vivo, básicamente porque yo no aparezco por ningún lado. Creo que la distancia me hace sentir más próximo, a veces.
Tampoco es que esté perdiendo el tiempo. Si voy a estar aquí durante 17 semanas más (suena mucho, no?), pues tendré tiempo para todo. No es una semana de viaje en la que tengo que conocer todo en segundos y llevar la cámara para todas partes. Todo con calma (sí, voy aprendiendo a tomar las cosas con calma).
Podría estar echado viendo televisión, aunque lo único que hay en inglés sea CNN.
Podría estar durmiendo, aunque aquí duermo 9 horas todos los días.
Bueno, una vez justificado, sigo sentado frente al computador dispuesto a contar algo más ordenado que la vez pasada. Para su tranquilidad, esta vez comencé escribiendo las ideas en un papel y creo que las tengo ordenadas. Hasta tengo una idea principal. Bueno, dos: los olores y los sonidos de Bangkok – o los olores y sonidos que he tenido que percibir mientras he estado acá.
Creo que primero será mejor hablar de los olores. Una vez me dijeron que si uno dejaba de tomar Cocacola, uno comenzaba a oler todo mejor. Creo que en este momento estoy a punto de volver a este vicio de la bebida pantanosa, para que toda esa cantidad de aromas incesantes que tengo que soportar durante el día se atenúen un poquito. Por ahora no lo he hecho, porque confío en la psicología y en la idea de que todo olor persistente se deja de percibir después de un buen tiempo de tenerlo en frente (adaptación sensorial).
La mayoría de estos olores son de la comida que están preparando en la calle (sorprendentemente, no es tan fea, pero el olor!) Cada vez que voy a comprar el yogurt para el desayuno, todas las mañanas, tengo que pasar al lado de un carrito parqueado en frente donde fritan algún animal que no quiero saber qué es (a primera vista, parece que estuvieran haciendo un chuzo de pescado, el pobre animalito todo enrollado en el palo), y el olor que desprende llega hasta los riñones de quien pase al lado. Normalmente, hay un buen cristiano (budista, o lo que sea) que diligentemente se está echando un buen bocado de este platillo en su boca. Esto me hace asquear un poco más de lo que estaba antes de pasar por el lugar. Entro al 7eleven y se pasa el olor, y después de comprar el yogurt tomo aire para salir despavorido hacia la oficina, sin tener que oler nada más extraño hasta llegar allá.
No obstante, mi secretaria (o asistente de proyecto) ha tenido la asombrosa idea de llevarme a comer a los sitios típicos de esta ciudad. Y no es que no me guste comer corrientazo (aquí también hay, el mismo concepto pero con algunas modificaciones), sino que el camino hacia los sitios donde los venden, especialmente a la hora del almuerzo, son llenos de carritos como el que yo vi por la mañana frente al 7eleven. Pero en este momento ya no solamente es el chuzo de pescado sino que hay que agregar cualquier cantidad de animales (algunos conocidos en el arte de la cocina, otros que no se pensarían para esta actividad y otros que uno tal vez no conoce muy bien y que los ha visto por National Geographic), todos fritos, todos olorientos.
Podrán imaginarse mi paso por estos sitios. Ciento cincuenta tailandeses tratando de pasar por un anden que, además de estrecho, está lleno de vendedores de comida y humo provisto de olor. En medio de estos pequeños personajes, una chinita (mi asistente es de China) caminando rápidamente y un colombiano detrás con su estómago brincando. De hecho, debe ser chistoso verme desde lejos: me tapo la boca, me dan ganas de vomitar, hago el gesto típico de “ya no aguanto más, perdí la plata de lo que comí hoy porque lo voy a botar” y una arcada (así se escribe? Nunca lo había escrito). En 100 metros puedo hacer este gesto cerca de cinco veces, hasta que por fin llega el momento en que tengo los ojos llenos de lágrimas por todas las veces que mi cuerpo quiso vomitar y yo se lo prohibí. Tengo que aclarar que le prohibo a mi cuerpo el vómito porque, de ser una acción efectiva, dejaría a cinco tailandeses regados de cualquier porquería que haya comido en las últimas horas.
Digamos que ya pasamos por el sitio de las comidas y que ya estoy a salvo. Dejo de brincar y entramos al sitio donde vamos a comer. GRACIAS A DIOS NO HUELE A NADA! Ahora si tocó aguantarse. Esto es algo muy raro: cuando uno llega a un sitio y huele la comida, piensa que nunca comería nada de lo que está ahí (o seré yo? Yo nunca soy asi!). Pero cuando lo prueba es bastante rico, y uno pierde el pudor. Cuando menos piensa, le está pidiendo al vecino un pedacito de esa cosa que no sabe cómo pronunciar porque se ve hasta bueno.
Eso en cuanto a la comida. Pero la ciudad en sí tiene un olor que no sé describir. No es feo, es simplemente raro. Lo primero que uno pensaría es que el olor de una ciudad como Bangkok sería a smog, porque todo está lleno de carros y motos y taxis y cualquier cosa motorizada. Pero no, es un olor extraño. Tengo que parar para salir a la terraza y tratar de entenderlo, porque en mi cuarto hay aire acondicionado y no es tan fuerte.
Listo, ya volví. Salí, caminé, olí, pero ni idea. Eso es raro, cuando uno está en un sitio es imposible describir el olor. Pero cuando uno vuelve y abre la maleta, saca la ropa y alguien dice “y por qué huele tan raro, huele como a…” y describen exactamente el olor que uno lleva años tratando de describir. Creo que esa va a ser la manera como vamos a saber a qué huele Bangkok. Por lo pronto, puedo decir que es un olor húmedo, parecido al de una ciudad de mar, pero sin la sal. Aunque hay que agregarle algo así como un olor a arroz bien hecho y tal vez alguna de esas salsas que le echan a la comida. Si, por ahí va.
Pero si eso es así, Bogotá a qué huele? Bueno, ni idea. Sé que México huele a maiz y que Lima huele a un cuarto al que no le han abierto las ventanas en un mes. De resto, ni idea. Recibo sugerencias, y los invito a mi casa el 4 de Junio a destapar mi maleta para reconocer el olor de Bangkok directamente, para ver quién lo describe primero.
Esto no es todo. Como se podrán imaginar, yo también estoy infestado del olor a Bangkok. Creo que por eso es que me preocupo tanto, porque cuando vuelva tal vez dure bastantes días oliendo así. Qué tal que huela igual que el carrito al lado del 7eleven? No, pues lo máximo. Salgo del avión y lo primero que hace Adriana es tratar de abrazarme, pero su instinto de supervivencia no se lo permite. Se acerca y se queda a un metro de distancia, saludando desde lejos como si hubiera una burbuja que me alejara de ella. “Jeje, cómo te fue? Bien?” Esta situación ya la discutimos y ella va a llevar una nariguera de caucho como esas que uno usaba en clase de natación, por si acaso. Se la va a colgar y cuando me vea la va a sujetar con su mano izquierda, porque con la derecha va a estar manoteando para que la vea. Cuando yo esté al lado, tengo que aproximarme un poco para que ella evalúe la situación y decida si necesita el artefacto o no. En cualquiera de los casos, no podrá evitar el abrazo (creo que su instinto de supervivencia, al igual que el mío, también va a pedir un abrazo en ese momento).
Pero eso no sería todo. Si paso la prueba de Adriana, tal vez es por el inconmensurable amor que siente por mi que no percibió gran cosa. A mi familia le pasaría lo mismo y yo sentiría que todo va bien. Hasta que me encuentro con alguien a quien no conozco muy bien. Describamos esta situación:
Llego, saludo y veo una cara de horror en mi interlocutor, enmascarada en una sonrisa. Después de una pausa prolongada, me dice “como estás de….”. En este momento, por su cabeza pasan todos los adjetivos que realmente describen la situación (oloriento, hediondo, alcantarilloso, cochino, puerco, asqueroso) y otra lista de los adjetivos que me harían sentir mejor (cambiado, raro, flaco, gordo, alto, bajo, mechudo, bien vestido). Se decide por “cambiado”, porque ahí no está siendo hipócrita ni grosero. Segundos después, me acerco a darle la mano y se aleja, evitando un desmayo y sentándose de inmediato en la silla más cercana que encuentre. “perdón, señora, esque me mareé”. De inmediato mira el reloj y dice “carajo, el médico! Oiga, después hablamos, listo? Voy tardísimo”. El olor, yo lo sabía, después de cinco días de bañarme dos veces sigo oliendo a esa cochina ciudad. Por qué hice esto? Ahora me tocará hacerme alguna especie de peeling, o comprar loción fuerte, o echarme splash, o tomar sanpic para ver si sudo ese olor, quién sabe qué. Decido comprar un pinito de colgar en el carro y me lo escondo detrás de la camisa, para oler a taxi nuevo.
Eso en cuanto a los olores, porque era el tema menos denso. Ahora hay que hablar de los sonidos. Debo anotar ago antes: si uno oye un sonido acá proviniendo de la boca de alguien, es imposible transcribirlo. Creo que por eso prefieren escribir todo en su lenguaje, porque es imposible leerlo en nuestro alfabeto. Esa precisión es importante.
Les voy a dar un ejemplo de mi clase de Tailandés (tengo la ilusa idea de que en cinco meses voy a ser capaz de pedir comida y pagar la cuenta sin que me tengan que hacer caras o señas o hablar en inglés). La señora nos dice en su rudimentario inglés (que a veces uno no sabe si está hablando en thai o tratando de decir algo en inglés) que cuando uno dice “mai” quiere negar lo que está diciendo con la siguiente palabra. Por ejemplo, si digo “mai sanuk” quiero decir que eso no es sano o que no me va a traer felicidad. Mientras que si digo “sanuk” me refiero a que algo es sano o que me va a traer felicidad. Entendido?
Todos movemos la cabeza para decir que si, pero otro estudiante (un narizón flaco de UNDP) dice que el había oido decir que “mai” era la forma como uno le pregunta a la gente.
La clase se voltea a mirar a la profesora esperando una respuesta (lo primero que yo pienso es que es una mediocre y que realmente no se supo explicar, y que carajo para qué me metí a esta clase voy a salir más confundido). Ella lo mira y nos mira a todos, dejando un espacio de tiempo que nos hace dudar de su habilidad para enseñar. Ahí dice “mai!” y afirma que es completamente diferente a decir “mai!” Aja, y mi papá es superman, señora. Usted cree que ese cuento nos lo vamos a comer así de fácil?
Pues si. Ya me habían advertido de este tipo de extrañezas en el idioma. No es que sea una palabra que sirve para varias cosas, sino que son dos palabras completamente distintas, que el oído tailandés es el único que puede percibir diferencias (es como que los seres humanos vemos todos los colores mientras que los perros ven todo azul, o algo así). Claro, mai es completamente distinto a mai, por qué no lo había pensado, si son otra cosa!
Después de haber comido la suficiente comida tailandesa como para dañar mi estómago de por vida, creo que mi oído ha comenzado a desarrollar la habilidad para discriminar el “mai” de pregunta del “mai” para negar. Pero todavía no he comido la suficiente como para poder discriminar los diferentes “ma” (hay 5 y ninguno quiere decir “mamá”). Finalmente, es como los esquimales que ven 11 tonalidades de blanco. Ya me imagino un viaje a Alaska y un esquimal diciendo “man, que ese blanco es completamente distinto a ese otro” y señala con su guantecito grueso dos sitios completamente iguales. Así estoy yo con los distintos “ma”, que todavía no hemos visto (creo que eso es parte del curso 2, después de haber comido algo de la calle y todo). Por eso es que también es tan difícil escribirlo, porque como nuestro alfabeto no estaba preparado para esos cambios sucintos, pues nunca se previó un signo para dar a conocer los cambios. De todas formas, yo no voy a aprender a escribir en este idioma ni loco. Creo que es por molestar…
Ese es el primer tipo de sonidos de los que quería hablar, que suenan incesantemente por todas partes, la gente hablando como si uno estuviera al otro lado del mundo. Pero el otro tipo de sonidos son aún más traumáticos para mí porque molestan mi sueño. Antes tengo que explicar brevemente donde vivo: al lado izquierdo del edificio, frente a mi ventana, queda una escuela militar, y al otro lado queda un instituto nacional de encuestas (¿?).
Bien. Pues imagínense que a las 5:30 de la mañana comienza a sonar una cantidad de ruidos guturales pausados, algo asi como “e, o,o,e,e,o,o”, cantados por unas treinta personas. El ruido continúa durante algunos minutos acompañado por una percursión rítmica y simple. La primera vez que lo oí creí que estaba loco. “Ya, loco el hombre, me deschaveté por completo ahora sí. Quién dijo directo para la clínica con camisa de fuerza”. Me paré y traté de darme cuenta de dónde venían los ruidos. Gracias a Dios me di cuenta que eran ruidos de la escuela militar, de los “cadetes” que levantan a cantar melodiosamente por las mañanas mientras trotan (de ahí el otro ruido rítimico y simple). Por lo menos eso es lo que percibo por la ventana, aunque todavía no los he podido ver. Realmente creo que necesito que alguien más me confirme esto, porque hasta ahora es mi versión de los hechos. No he encontrado a la señora del sitio para preguntarle, pero cuando sepa les digo.
Ah, pero ese no es el único ruido. El otro es el de los budistas que rezan todos los santos días a las 9 de la noche. Ese ruido sí que es raro: son unas 20 personas cantando y gritando algo para Buda, pero creo que esta gente es realmente fanática porque están bastante lejos (el edificio del otro lado, al que no da mi cuarto), y se oyen como si estuvieran en la salita de mi casa. Por lo menos esta gente canta a las 9 de la noche y no después, porque si no estaría yo obligado a esperar a que canten los budistas para dormirme, y a levantarme con el trote y el canto de los cadetes. De resto duermo bien, por si acaso.
No puedo terminar esto sin comentar algo que había dicho antes: la sonrisa de los Thai. Después de estar un rato aquí, entiendo perfectamente cómo funciona esto. Los libros de turismo siempre dicen que los tailandeses siempre lo saludaran a uno con una sonrisa, y que nunca dejarán de sonreír. Cuando yo trato de pedir algo en Tailandés a una persona, ella sonríe. Cuando digo gracias en tailandés, ellos sonríen. Cuando uno está en un sitio lleno de tailandeses, solamente le sonríen a uno. La explicación que encontré a todo esto tiene dos vertientes. La primera, que lo ven a uno como el man que está tratando de hablar tailandés y suena chistoso, por aquello de que ellos tienen oído de mayor espectro auditivo. Entonces dirán “este pobre idiota cree que con una semana ya sabe decir gracias, y le sale super chistoso”, y ríen. La segunda vertiente de la explicación es económica. El principal ingreso de este país es el turismo. De esta manera, todo lo que atraiga y dé la bienvenida a los turistas es acogido por la población. El rey se dio cuenta que las sonrisas son una de las cosas sarcásticas de la gente tailandesa es una de las cosas que más les gusta a los turistas, y ordenó a todo el reino que sonriera cada vez que viera a un turista. En los lugares hay avisos en tailandés que dicen “no olviden siempre sonreir al turista” y la gente lo hace. Por lo menos es más probable que la explicación que dan los libritos: la gente tailandesa siempre sonríe en todas las situaciones cotidianas. Mentira.

Chao,

Pardo.

No hay comentarios.: