jueves, marzo 31, 2005

8. Melgar 2548

Hoy no puedo escatimar detalles. No sé de qué, pero sé que no puedo escatimar un solo detalle. La pulsión por escribir reventó hoy cuando estaba hablando con Pegache (mi hedionda vecina ya tiene un nombre más decente), porque me di cuenta que realmente lo que más me beneficia es comunicarme en el idioma español. La lengua materna se le llama, y ya voy entendiendo por qué.

Si me preguntan lo que siento al escribir este correo, creo que realmente lo importante no es tanto el contenido sino el hecho: escribí porque me di cuenta que tengo que escribir. Hay cosas de mi vida acá que hacen que todo sea más soportable. La más importante ha sido poder conversar con Adri cada día por algún medio, y creo que detrás de esa razón está la importancia de escribir cualquier cantidad de cosas a quienes me conocen y tal vez aguanten leer una serie de párrafos machucados entre sí y que pueden dar a entender algo de lo que estoy haciendo en esta cochina ciudad, y de las cosas que han pasado.

Qué ha pasado? Básicamente, nada. A veces uno tiene tantas cosas que contar que no le sale nada, es como cuando uno tiene tantas ganas de entrar al baño que tampoco le sale nada. La vida es rara, no es cierto?

Antes de empezar a contar cualquier cosa, tengo que admitir que siempre tengo un recibo de alguna cosa donde he escrito las ideas principales del correo de cada semana. Esta vez, como he escrito tantos papelitos y los he perdido (o botado, o no sé realmente dónde los dejé y ya me senté a escribir entonces que guevo), voy a escribir tal cual. Me disculparán por los errores ortotipográficos, pero pues cuando toca toca, y preciso en este momento tocó.

El primer incidente que se me viene a la cabeza es el de la fecha de vencimiento del yogurt…. ¿? Todo esto tiene una lógica detrás: a veces me ha dado por pensar que las cosas aquí no son muy higiénicas (un pensamiento no muy descabellado, de hecho), y miro las fechas de vencimiento. La primera vez quedé impresionado: 4 de xxx de 2548.

2548: existen varias opciones: la primera que se me vino a la mente es que estoy viendo mal (verdad) y que no leí bien. Vuelvo a leer, y acerco mi ojo derecho a la etiqueta del yogurt y miro como un loro: 2548.

Extraño, pero verdad. Realmente no importa el xxx porque es algun mes, pero…. 2548? Esto es raro. Prendí el computador y miré la fecha: 2005. Más raro. Claro, cuando uno se acaba de levantar y no se ha bañado (en esta ocasión, había cogido el yogurt antes de bañarme, algo contra mis estándares estéticos, pues desayunar con bafo y pelo parado no me parece la mejor opción), uno tiene ideas extrañas que solamente prosperan en medio de los sueños que acabamos de tener. El sabor a almohada de estas ideas nos hacen volver a tener sueño y acostarnos. En el caso del yogurt, no lo hice. De hecho, mi corazón (que ya sabemos que funciona perfectamente, por ahora) comenzó a palpitar con vigor.

2548… Pues raro, seguramente es que los productos de este país tienen químicos que los hacen durar más. Pero… 2548? No, esto es muy raro. Tuve que acostarme y tratar de volver a dormir. Entré en ese estado en que unos angelitos blancos nos dicen “levántate, ya estás tarde” mientras que los diablitos rojos nos dicen “sigue durmiendo, estás temprano”, pero con todo pude conciliar el sueño. El número daba vueltas por mi cabeza y no lo lograba descifrar. Pasó por el lado de un aviso de la calle que tal vez había visto hoy y después en frente de la pantalla del computador de la oficina… 2548. Raro.

De pronto me desperté por completo porque el sueño ya tenía mucha carga yoica y la tensión hizo que me despertara: Kerati! Claro, mi amigo poco próspero ya me había explicado el 2548! Yo si tengo una memoria de imbécil, pero pues por lo menos mis sueños me ayudan a recordar cosas triviales. En alguno de nuestros viajes por templos donde Kerati me explicaba toda la historia de las edificaciones y la cultura tailandesa, me dijo (entre todsa las verdades y mentiras que se le pudieron colar en su discurso) que el 2548 es un año de la era Budista. Aja, y yo respondí con la pregunta menos esperada: ¿el 2548 es a partir del nacimiento o de la muerte de Buda?

Muestren sus apuestas: yo apostaba por que fuera el nacimiento, como Jesús, pero esto es a partir de la muerte de Buda (que haya sido por indigestión o lo que sea, pero igual todos los budistas coinciden en esta fecha como la de su nacimiento).

Entonces, como todo lo Tailandés tiene recovecos, la fecha de vencimiento tiene que ser en la era budista. Qué falta de todo, no piensan en los turistas que se van a confundir cuando quieran conocer la probabilidad de morir con un sorbo de yogurt. Simplemente olvidan por completo al otro y se encierran en su Tailaneidad: 2548. Raro.

Después de eso seguí dándome cuenta que todo en Tailandia va por esos años, hasta los contratos! Eso sería chistoso, tener un contrato en Tailandia y llevarlo a Bogotá a un banco para demostrar que uno tiene trabajo a término indefinido: “mire, yo tengo trabajo desde la fecha hasta el 2548, es como una sentencia de prisión, estoy aquí hasta más tiempo del que voy a vivir”. Maravilloso. Desde aquél entonces estoy tratando de que mi contrato con naciones Unidas sea en el calendario Tailandés, pero nada que lo logro (se imaginan la pensión que me sacaría?)

Pero esta gente en verdad es muy rara. Aunque tienen el año de la era budista, prefieren tener el año nuevo el mismo día que nosotros pero lo celebran el 13 de abril. Nadie los entiende. Y también está el bendito año nuevo de los chinos que es el primer jueves de febrero, como el día sin carro (eso creo, o simplemente me estoy confundiendo). Entonces, si uno llega a Tailandia en diciembre y se va en mayo, puede decir que ha pasado tres años nuevos en ese país. Y la visa? Bueno, nadie se explica esto. Pero lo más chistoso es hacer cuentas cuando uno lee las cosas históricas: si algo pasó en el 2010, entonces eso es… 19…. Ah, bueno, hace como 500 años.

La idea de Bangkok en 2548 me sigue atrayendo, a veces siento que debí haber seguido con la ilusión de que ese era realmente el año en que estamos. Así me podría explicar mucho mejor las cosas: las calles llenas de travestis, además con toda la congestión del mundo y con puentes y trenes por todas partes, como si uno estuviera en Futurama. Los shopping malls por todas partes y la gente comprando ropa como si mañana se fuera a acabar el mundo. Claro, 2548, como cuando uno está viendo una película del futuro y salen numeritos digitales en color verde que dicen el año: Melgar, 2548. Oficinas centrales de FBI internacional, o alguna cosa así. Eso me hubiera hecho pensar todo de otra forma, y tal vez el tiempo que he estado aquí lo hubiera aceptado mejor como un sueño.

A veces me pasa eso: creo que de verdad estoy en un sueño y que ya casi (la otra semana) me voy a despertar. Esta mañana salí de mi casa hacia la oficina normalmente, y de pronto me asusté porque ví a una señora hablándole a otra en una lengua que yo no conocía: carajo, y esto a qué horas? Y todas las señales en Chino hola! Uyyy, taaan raro. Y seguía caminando y me seguía sorprendiendo, y me quité las gafas para limpiarlas con la camisa: no, no son las gafas.

Tengo que aclarar que, aunque ya me había bañado y había comido desayuno, seguía un poco dormido porque anoche no fue la mejor de mis noches. Entonces seguía en algún estado onírico extraño que me permitía desplazarme por un lugar que, aunque conocido, era completamente extraño.

Cuando ya iba llegando a la oficina me acordé: ah, oficina, Bangkok, melgar, calor, naciones unidas, gtz, trabajo, yo, mierda. Todo era realidad y no había angelitos blancos que me sacaran del sueño tan extraño. Así, sigo en el sueño y no hay nada que me pueda sacar de él, solo un viaje de casi 30 horas atravesando todos los océanos posibles para llegar a dar un abrazo y entregar regalos abriendo una maleta que matará a quien se acerque más de 50 centímetros a ella.

Pero la idea del sueño no es tan extraña, lo tengo que admitir. Y tampoco es muy raro asociarla a la idea del año 2548. Describamos mi vida: llego a mi oficina, leo correos electrónicos que han sido enviados de todas partes haciendo preguntas. No conozco a nadie y fácilmente pueden ser máquinas que no hacen más que redactar correos a distintas personas. No obstante, les respondo. De la misma manera, me conecto a un muñeco azul claro con una mariposa escondida donde, al conectarse, aparecen más muñequitos azules con nombres. Cada nombre desplega una ventana y saluda… qué es esto? Aracnofobia 2548. Star wars 2548. Truman Show 2548. Básicamente, cualquier situación, 2548. Ah, lo peor es que todos saben mi nombre y uno de ellos, que se presenta con palíndromos que rota semanalmente, dice ser mi novia y que se va a casar conmigo.

Pues bueno, sigámosles el juego. Si, si, novia. Si, si, en septiembre 17 nos casamos. Y después otra: si, si, mamá… y así sucesivamente. Si las cosas fueran asi de simples, yo no estaría tan tranquilo. Mi vida sería como la de un vegetal conectado por un tubo para comunicarse con el resto de la humanidad. Stephen Hawking 2548.

Para mi gran fortuna, la mujer que dice ser mi novia de hecho lo es, y lo comprobé porque también se conectó en otro dispositivo extraño, verde, con un chulo dentro. Timbró como si fuera un teléfono (teléfono 2548!) y le contesté. La voz que oí me convenció de que no era algo distinto a la mujer de mi vida. El sueño en que vivía se desportilló en el piso como una bombita de jabón de esas que vendían en rodeolandia con agua verde. “Pup”. Adri. Adri 2548.

Y después me quedo pensando en el año, y creo que todo va a ser como una de las teorías del big bang, que al final de la expansión del universo todo se va a contraer, y así el tiempo irá hacia atrás. En este caso, el tiempo se va para atrás parcialmente, porque alguien hizo un roto y se descuadró todo. Esto fue claro cuando, al salir de una película, encontré que el taxi tuvo que frenar porque en la avenida estaba cruzando un elefante… sobre esto no puedo dar mas comentarios…

La vida en Tailandia es muy rara. La gente come sin cuchillos y prefiere la cuchara para recoger el arroz, hablan con la boca llena, meten la sprite en una bolsita, no tienen cartera porque tienen bolsitas y en cualquier sitio que uno compra algo le dan una bolsita. A veces me dan ganas de gastarme toda mi plata en algo bien grande para ver si lo meten en una bolsa: “señor, le empaco el carro en una bolsita para que lo lleve a su casa?” Esta gente está loca. La cultura de las bolsas me tiene mamado, y de hecho no me las aguanto desde hace años. Ese ruidito desesperante que las caracteriza, el bulto que arman, la falta de uniformidad, el color. Y lo peor es que, ahora que estoy en mi casa, veo que tengo una esquina atafagada de bolsas de todos los tamaños porque compré cualquier cantidad de pendejadas y cada una la metían en una bolsa separada. El concepto del reciclaje y de lo sostenible se los quedaron debiendo.

Y todo este tiempo que llevo acá y no he sido capaz de peluquearme. Claro, tampoco he ido tanto a clases de tailandés como para aprender cómo se instruye a un peluquero para “el buen corte”: “cómo se dice desvastadito, o despuntar, o greña, o patilla?” De todas formas, así aprendiera a decir eso, no sería capaz de entrar a una peluquería porque correría el riesgo de salir como el mundo que me espera a la salida: Carlos Felipe 2548.

Creo que este es el correo más horrible que he escrito en años enteros. Si siguen leyendo, lo más probable es que estén esperando algún párrafo bueno. Por favor, no lo esperen, no los quiero defraudar. Es más, creo que todo ese gran prefacio no sirvió para nada. Mentira, hay más cosas.

El dato más importante que debo arrojar antes de irme la próxima semana es el de la pertenencia al gran reino de Tailandia. Como siempre, las cosas afectivas entran por los oídos, el cuento de la nariz no se lo cree nadie. Debo aclarar: como algunos de ustedes sabrán, yo debo dormirme después de las 9 de la noche, incluso un poco después, porque al lado de mi casa hay un fuerte cántico de unos muchachos que en un principio no entendía. Primero creí que eran monjes budistas cantando, y lo grabé creyendo que había captado un momento maravilloso. Después de unas semanas, el dueño de la casa me dijo que eran los jóvenes estudiantes de la escuela militar que cantaban todas las noches. La grabación perdió todo valor, pero de todas formas ya puedo tararearla, dado que oigo la canción todos los santos días (aunque se les ha olvidado cantarla ahora, tal vez lo hacen en otro lugar).

Un segundo componente de este episodio, que lo concluye, es el del cine. Cada vez que uno va a cine, justo antes de la película, tiene que cantar una canción que parece como una especie de himno nacional. Las primeras veces no me pareció chévere, y además había que pararse y mirar la pantalla sin hacer ruido. Solo se oían las bolsitas de quienes habían comprado algo en el centro comercial, pero este ruido es normal en todo Tailandia (como el olor y el ruido de los carros y buses).

Después de un tiempo, por ahí a la quinta película (mis viernes consisten en ir en barco hasta el centro comercial y verme una película íngrimo), tuve un insight mientras oía esa canción: el coro, tarararaaaararaaa raraaraaaa. Es el mismo de los muchachitos! Que tal!

Ustedes no me lo van a creer, pero en ese momento se me aguaron los ojos y al mismo tiempo me comenzó a gustar la canción. Es uno de los sentimientos más raros que he tenido en mi vida, pero lo juro que fue así. Ahora no puedo oír la canción porque me pongo a llorar, aunque tengo que conseguir el CD para poder mostrarles cómo lloro…bueno, no sería chistoso, entonces más bien no compro el CD.

Ya, creo que eso era todo. Empecé como terminé, sin decir nada nuevo. Creo que es mejor cuando escribo en los recibos y no los boto. Con todo, creo que la simetría de la humilde página de correos por fin se va a lograr: 8 de Nueva York y 8 de Bangkok. Je, era una razón primordial.

Adios, nos vemos en Bogotá. No le llevo regalo a nadie, además de Adri y una que otra persona adicional. No se ilusionen.

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