viernes, mayo 01, 2009

tita

Tita no se podía morir, ella era eterna. Uno no se imaginaba que se fuera a morir, por lo menos hasta el momento en que nos dijeron que había muerto. Después de una hora del shock, pensé en la primera vez que la había visto… o más bien, la primera vez que me acordaba de haber estado con ella. Como mi memoria es tan mala, solo me acuerdo de una vez que nos llevó a algún sitio en el Fiat Mirafiori que tenía. Obviamente, ella estaba manejando, y obviamente a mí me parecía raro que una persona tan vieja estuviese todavía manejando un carro (y nótese que esto es hace más de 25 años…).

Después me traté de acordar de la última vez que la ví. Fue el día antes de venir a Londres, que fuimos a despedirnos (tal vez sabiendo que era la última despedida, o más bien casi seguros de ello). Gabi le había bailado el día anterior pero ese día no estaba tan amable y se quedó al lado, aunque al final le dimos un abrazo entre los dos. Tita estaba totalmente dormida, casi sin poder hablar del sueño.

Pero lo decidí: esa no fue la última vez que la vi. La última vez que vi a Tita realmente fue el día que fue de visita donde Lili, que yo me senté con ella y con Mamima a hacerle preguntas sobre su hermano. Como siempre, lo que quise fue hablarle como a una cualquier persona. No le hablé duro ni le pregunté las cosas más de una vez, ni le hablé como si tuviese un altoparlante en medio de una plaza.

Lo interesante fue que me respondió como cualquier persona, y se le notaba la lucidez cuando hablaba. Se acordó de su hermano, de los viajes que hacía y comenzó a contar una historia de un viaje que hizo Fernando con Álvaro Gómez y alguno de sus primos. Mientras contaba esa historia le brillaban los ojos, y uno se daba cuenta que los ojos son en verdad la ventana al alma. Tita se estaba acordando de su vida, de la vida que ya no tenía, que le arrebataron con peleas y angustias y, al final, con caídas.

Es que la vida no se termina sino que nos la arrebatan. Nuestra vida es la lucha contra lo que nos quieren arrebatar. Si sabemos luchar, vivimos más. Tita luchó por su vida durante 92 años, hasta que vivió su muerte totalmente borrosa, despidiéndose de los que no estaban ahí. Su último día lo vivió con la vida ya arrebatada. Pero la entregó cuando ella quiso, no cuando se la pidieron, ni siquiera cuando su mamá se la pidió entre sueños.

Entonces corrijo lo que decía al principio: Tita no se murió: Tita es eterna.