jueves, enero 27, 2005

Correo 2: Unos sonidos y algunos olores

Con Nota: esta vez no puse foto porque creo que a nadie le llega este correo por tener ese “attachment”.

A veces me quedo pensando, “si seré mucho imbécil dedicar tanto tiempo a escribir cosas, si podría estar afuera viviendo la vida y conociendo sitios”. De inmediato saltan varias razones pidiendo ser la más fuerte para refutar este argumento:
No se me puede olvidar mi idioma materno, y tal vez una de las mejores formas de recordarlo es escribiendo. Habrá que ver si cuando vuelva todavía podré hablar en español, porque realmente siento que todo se me está olvidando.
Tengo un fuerte “apego” con la gente de Bogotá (pues, no con la gente, sino con los que reciben este correo) y me dan ganas de contar todo lo que está pasando para que se enteren. Extrañamente, eso únicamente lo hago cuando estoy en otro lugar. Cuando estoy en Bogotá nadie tiene ni idea si estoy muerto o vivo, básicamente porque yo no aparezco por ningún lado. Creo que la distancia me hace sentir más próximo, a veces.
Tampoco es que esté perdiendo el tiempo. Si voy a estar aquí durante 17 semanas más (suena mucho, no?), pues tendré tiempo para todo. No es una semana de viaje en la que tengo que conocer todo en segundos y llevar la cámara para todas partes. Todo con calma (sí, voy aprendiendo a tomar las cosas con calma).
Podría estar echado viendo televisión, aunque lo único que hay en inglés sea CNN.
Podría estar durmiendo, aunque aquí duermo 9 horas todos los días.
Bueno, una vez justificado, sigo sentado frente al computador dispuesto a contar algo más ordenado que la vez pasada. Para su tranquilidad, esta vez comencé escribiendo las ideas en un papel y creo que las tengo ordenadas. Hasta tengo una idea principal. Bueno, dos: los olores y los sonidos de Bangkok – o los olores y sonidos que he tenido que percibir mientras he estado acá.
Creo que primero será mejor hablar de los olores. Una vez me dijeron que si uno dejaba de tomar Cocacola, uno comenzaba a oler todo mejor. Creo que en este momento estoy a punto de volver a este vicio de la bebida pantanosa, para que toda esa cantidad de aromas incesantes que tengo que soportar durante el día se atenúen un poquito. Por ahora no lo he hecho, porque confío en la psicología y en la idea de que todo olor persistente se deja de percibir después de un buen tiempo de tenerlo en frente (adaptación sensorial).
La mayoría de estos olores son de la comida que están preparando en la calle (sorprendentemente, no es tan fea, pero el olor!) Cada vez que voy a comprar el yogurt para el desayuno, todas las mañanas, tengo que pasar al lado de un carrito parqueado en frente donde fritan algún animal que no quiero saber qué es (a primera vista, parece que estuvieran haciendo un chuzo de pescado, el pobre animalito todo enrollado en el palo), y el olor que desprende llega hasta los riñones de quien pase al lado. Normalmente, hay un buen cristiano (budista, o lo que sea) que diligentemente se está echando un buen bocado de este platillo en su boca. Esto me hace asquear un poco más de lo que estaba antes de pasar por el lugar. Entro al 7eleven y se pasa el olor, y después de comprar el yogurt tomo aire para salir despavorido hacia la oficina, sin tener que oler nada más extraño hasta llegar allá.
No obstante, mi secretaria (o asistente de proyecto) ha tenido la asombrosa idea de llevarme a comer a los sitios típicos de esta ciudad. Y no es que no me guste comer corrientazo (aquí también hay, el mismo concepto pero con algunas modificaciones), sino que el camino hacia los sitios donde los venden, especialmente a la hora del almuerzo, son llenos de carritos como el que yo vi por la mañana frente al 7eleven. Pero en este momento ya no solamente es el chuzo de pescado sino que hay que agregar cualquier cantidad de animales (algunos conocidos en el arte de la cocina, otros que no se pensarían para esta actividad y otros que uno tal vez no conoce muy bien y que los ha visto por National Geographic), todos fritos, todos olorientos.
Podrán imaginarse mi paso por estos sitios. Ciento cincuenta tailandeses tratando de pasar por un anden que, además de estrecho, está lleno de vendedores de comida y humo provisto de olor. En medio de estos pequeños personajes, una chinita (mi asistente es de China) caminando rápidamente y un colombiano detrás con su estómago brincando. De hecho, debe ser chistoso verme desde lejos: me tapo la boca, me dan ganas de vomitar, hago el gesto típico de “ya no aguanto más, perdí la plata de lo que comí hoy porque lo voy a botar” y una arcada (así se escribe? Nunca lo había escrito). En 100 metros puedo hacer este gesto cerca de cinco veces, hasta que por fin llega el momento en que tengo los ojos llenos de lágrimas por todas las veces que mi cuerpo quiso vomitar y yo se lo prohibí. Tengo que aclarar que le prohibo a mi cuerpo el vómito porque, de ser una acción efectiva, dejaría a cinco tailandeses regados de cualquier porquería que haya comido en las últimas horas.
Digamos que ya pasamos por el sitio de las comidas y que ya estoy a salvo. Dejo de brincar y entramos al sitio donde vamos a comer. GRACIAS A DIOS NO HUELE A NADA! Ahora si tocó aguantarse. Esto es algo muy raro: cuando uno llega a un sitio y huele la comida, piensa que nunca comería nada de lo que está ahí (o seré yo? Yo nunca soy asi!). Pero cuando lo prueba es bastante rico, y uno pierde el pudor. Cuando menos piensa, le está pidiendo al vecino un pedacito de esa cosa que no sabe cómo pronunciar porque se ve hasta bueno.
Eso en cuanto a la comida. Pero la ciudad en sí tiene un olor que no sé describir. No es feo, es simplemente raro. Lo primero que uno pensaría es que el olor de una ciudad como Bangkok sería a smog, porque todo está lleno de carros y motos y taxis y cualquier cosa motorizada. Pero no, es un olor extraño. Tengo que parar para salir a la terraza y tratar de entenderlo, porque en mi cuarto hay aire acondicionado y no es tan fuerte.
Listo, ya volví. Salí, caminé, olí, pero ni idea. Eso es raro, cuando uno está en un sitio es imposible describir el olor. Pero cuando uno vuelve y abre la maleta, saca la ropa y alguien dice “y por qué huele tan raro, huele como a…” y describen exactamente el olor que uno lleva años tratando de describir. Creo que esa va a ser la manera como vamos a saber a qué huele Bangkok. Por lo pronto, puedo decir que es un olor húmedo, parecido al de una ciudad de mar, pero sin la sal. Aunque hay que agregarle algo así como un olor a arroz bien hecho y tal vez alguna de esas salsas que le echan a la comida. Si, por ahí va.
Pero si eso es así, Bogotá a qué huele? Bueno, ni idea. Sé que México huele a maiz y que Lima huele a un cuarto al que no le han abierto las ventanas en un mes. De resto, ni idea. Recibo sugerencias, y los invito a mi casa el 4 de Junio a destapar mi maleta para reconocer el olor de Bangkok directamente, para ver quién lo describe primero.
Esto no es todo. Como se podrán imaginar, yo también estoy infestado del olor a Bangkok. Creo que por eso es que me preocupo tanto, porque cuando vuelva tal vez dure bastantes días oliendo así. Qué tal que huela igual que el carrito al lado del 7eleven? No, pues lo máximo. Salgo del avión y lo primero que hace Adriana es tratar de abrazarme, pero su instinto de supervivencia no se lo permite. Se acerca y se queda a un metro de distancia, saludando desde lejos como si hubiera una burbuja que me alejara de ella. “Jeje, cómo te fue? Bien?” Esta situación ya la discutimos y ella va a llevar una nariguera de caucho como esas que uno usaba en clase de natación, por si acaso. Se la va a colgar y cuando me vea la va a sujetar con su mano izquierda, porque con la derecha va a estar manoteando para que la vea. Cuando yo esté al lado, tengo que aproximarme un poco para que ella evalúe la situación y decida si necesita el artefacto o no. En cualquiera de los casos, no podrá evitar el abrazo (creo que su instinto de supervivencia, al igual que el mío, también va a pedir un abrazo en ese momento).
Pero eso no sería todo. Si paso la prueba de Adriana, tal vez es por el inconmensurable amor que siente por mi que no percibió gran cosa. A mi familia le pasaría lo mismo y yo sentiría que todo va bien. Hasta que me encuentro con alguien a quien no conozco muy bien. Describamos esta situación:
Llego, saludo y veo una cara de horror en mi interlocutor, enmascarada en una sonrisa. Después de una pausa prolongada, me dice “como estás de….”. En este momento, por su cabeza pasan todos los adjetivos que realmente describen la situación (oloriento, hediondo, alcantarilloso, cochino, puerco, asqueroso) y otra lista de los adjetivos que me harían sentir mejor (cambiado, raro, flaco, gordo, alto, bajo, mechudo, bien vestido). Se decide por “cambiado”, porque ahí no está siendo hipócrita ni grosero. Segundos después, me acerco a darle la mano y se aleja, evitando un desmayo y sentándose de inmediato en la silla más cercana que encuentre. “perdón, señora, esque me mareé”. De inmediato mira el reloj y dice “carajo, el médico! Oiga, después hablamos, listo? Voy tardísimo”. El olor, yo lo sabía, después de cinco días de bañarme dos veces sigo oliendo a esa cochina ciudad. Por qué hice esto? Ahora me tocará hacerme alguna especie de peeling, o comprar loción fuerte, o echarme splash, o tomar sanpic para ver si sudo ese olor, quién sabe qué. Decido comprar un pinito de colgar en el carro y me lo escondo detrás de la camisa, para oler a taxi nuevo.
Eso en cuanto a los olores, porque era el tema menos denso. Ahora hay que hablar de los sonidos. Debo anotar ago antes: si uno oye un sonido acá proviniendo de la boca de alguien, es imposible transcribirlo. Creo que por eso prefieren escribir todo en su lenguaje, porque es imposible leerlo en nuestro alfabeto. Esa precisión es importante.
Les voy a dar un ejemplo de mi clase de Tailandés (tengo la ilusa idea de que en cinco meses voy a ser capaz de pedir comida y pagar la cuenta sin que me tengan que hacer caras o señas o hablar en inglés). La señora nos dice en su rudimentario inglés (que a veces uno no sabe si está hablando en thai o tratando de decir algo en inglés) que cuando uno dice “mai” quiere negar lo que está diciendo con la siguiente palabra. Por ejemplo, si digo “mai sanuk” quiero decir que eso no es sano o que no me va a traer felicidad. Mientras que si digo “sanuk” me refiero a que algo es sano o que me va a traer felicidad. Entendido?
Todos movemos la cabeza para decir que si, pero otro estudiante (un narizón flaco de UNDP) dice que el había oido decir que “mai” era la forma como uno le pregunta a la gente.
La clase se voltea a mirar a la profesora esperando una respuesta (lo primero que yo pienso es que es una mediocre y que realmente no se supo explicar, y que carajo para qué me metí a esta clase voy a salir más confundido). Ella lo mira y nos mira a todos, dejando un espacio de tiempo que nos hace dudar de su habilidad para enseñar. Ahí dice “mai!” y afirma que es completamente diferente a decir “mai!” Aja, y mi papá es superman, señora. Usted cree que ese cuento nos lo vamos a comer así de fácil?
Pues si. Ya me habían advertido de este tipo de extrañezas en el idioma. No es que sea una palabra que sirve para varias cosas, sino que son dos palabras completamente distintas, que el oído tailandés es el único que puede percibir diferencias (es como que los seres humanos vemos todos los colores mientras que los perros ven todo azul, o algo así). Claro, mai es completamente distinto a mai, por qué no lo había pensado, si son otra cosa!
Después de haber comido la suficiente comida tailandesa como para dañar mi estómago de por vida, creo que mi oído ha comenzado a desarrollar la habilidad para discriminar el “mai” de pregunta del “mai” para negar. Pero todavía no he comido la suficiente como para poder discriminar los diferentes “ma” (hay 5 y ninguno quiere decir “mamá”). Finalmente, es como los esquimales que ven 11 tonalidades de blanco. Ya me imagino un viaje a Alaska y un esquimal diciendo “man, que ese blanco es completamente distinto a ese otro” y señala con su guantecito grueso dos sitios completamente iguales. Así estoy yo con los distintos “ma”, que todavía no hemos visto (creo que eso es parte del curso 2, después de haber comido algo de la calle y todo). Por eso es que también es tan difícil escribirlo, porque como nuestro alfabeto no estaba preparado para esos cambios sucintos, pues nunca se previó un signo para dar a conocer los cambios. De todas formas, yo no voy a aprender a escribir en este idioma ni loco. Creo que es por molestar…
Ese es el primer tipo de sonidos de los que quería hablar, que suenan incesantemente por todas partes, la gente hablando como si uno estuviera al otro lado del mundo. Pero el otro tipo de sonidos son aún más traumáticos para mí porque molestan mi sueño. Antes tengo que explicar brevemente donde vivo: al lado izquierdo del edificio, frente a mi ventana, queda una escuela militar, y al otro lado queda un instituto nacional de encuestas (¿?).
Bien. Pues imagínense que a las 5:30 de la mañana comienza a sonar una cantidad de ruidos guturales pausados, algo asi como “e, o,o,e,e,o,o”, cantados por unas treinta personas. El ruido continúa durante algunos minutos acompañado por una percursión rítmica y simple. La primera vez que lo oí creí que estaba loco. “Ya, loco el hombre, me deschaveté por completo ahora sí. Quién dijo directo para la clínica con camisa de fuerza”. Me paré y traté de darme cuenta de dónde venían los ruidos. Gracias a Dios me di cuenta que eran ruidos de la escuela militar, de los “cadetes” que levantan a cantar melodiosamente por las mañanas mientras trotan (de ahí el otro ruido rítimico y simple). Por lo menos eso es lo que percibo por la ventana, aunque todavía no los he podido ver. Realmente creo que necesito que alguien más me confirme esto, porque hasta ahora es mi versión de los hechos. No he encontrado a la señora del sitio para preguntarle, pero cuando sepa les digo.
Ah, pero ese no es el único ruido. El otro es el de los budistas que rezan todos los santos días a las 9 de la noche. Ese ruido sí que es raro: son unas 20 personas cantando y gritando algo para Buda, pero creo que esta gente es realmente fanática porque están bastante lejos (el edificio del otro lado, al que no da mi cuarto), y se oyen como si estuvieran en la salita de mi casa. Por lo menos esta gente canta a las 9 de la noche y no después, porque si no estaría yo obligado a esperar a que canten los budistas para dormirme, y a levantarme con el trote y el canto de los cadetes. De resto duermo bien, por si acaso.
No puedo terminar esto sin comentar algo que había dicho antes: la sonrisa de los Thai. Después de estar un rato aquí, entiendo perfectamente cómo funciona esto. Los libros de turismo siempre dicen que los tailandeses siempre lo saludaran a uno con una sonrisa, y que nunca dejarán de sonreír. Cuando yo trato de pedir algo en Tailandés a una persona, ella sonríe. Cuando digo gracias en tailandés, ellos sonríen. Cuando uno está en un sitio lleno de tailandeses, solamente le sonríen a uno. La explicación que encontré a todo esto tiene dos vertientes. La primera, que lo ven a uno como el man que está tratando de hablar tailandés y suena chistoso, por aquello de que ellos tienen oído de mayor espectro auditivo. Entonces dirán “este pobre idiota cree que con una semana ya sabe decir gracias, y le sale super chistoso”, y ríen. La segunda vertiente de la explicación es económica. El principal ingreso de este país es el turismo. De esta manera, todo lo que atraiga y dé la bienvenida a los turistas es acogido por la población. El rey se dio cuenta que las sonrisas son una de las cosas sarcásticas de la gente tailandesa es una de las cosas que más les gusta a los turistas, y ordenó a todo el reino que sonriera cada vez que viera a un turista. En los lugares hay avisos en tailandés que dicen “no olviden siempre sonreir al turista” y la gente lo hace. Por lo menos es más probable que la explicación que dan los libritos: la gente tailandesa siempre sonríe en todas las situaciones cotidianas. Mentira.

Chao,

Pardo.

jueves, enero 20, 2005

Correo 1: Con amor desde melgar

Por fin me tomé el atrevimiento de comenzar a escribir sobre lo que ha acontecido desde que me fui el 15 de enero de 2005. Claro, soy un perfecto ingrato, dado que hoy cumplo más de una semana entera sin escribir. Pero esto se irá subsanando con el tiempo. Por lo pronto, este correo es el más largo y aburrido que he escrito en mi vida, pues son tantas cosas las que hay que contar que me limité a enumerar extensivamente las cosas que iban sucediendo, sin darles suspenso alguno (esto hubiera tomado 50 páginas en lugar de las 5 que van a continuación). Entonces, por favor no se defrauden, los próximos episodios van a ser menos informativos y más armónicos. Como siempre, este correo no está corregido con tildes ni comas, ni redación. Otro punto por el que me deben aguantar. Pero por favor, continuen:

En aras del orden, me toca dividir este correo en dos partes, la primera sobre Frankfurt y los dos días que pasé ahí, y la segunda sobre los primeros días en Bangkok. Tengo tantas cosas por contar que espero que esto no se convierta en una simple enumeración de cosas extrañas o pintorescas. Por esto, voy a priviliegiar los aspectos más relevantes de lo sucedido hasta hoy.
(una vez más, si usted es una persona que no quiere recibir este correo, no dude en contactarme y lo sacaré de la lista de inmediato).

Frankfurt: la fría ciudad
Cualquiera diría que estoy dando este título por el invierno tan gélido que pude haber pasado en aquella ciudad. Pues no, realmente el frío lo atribuyo más a la carencia de sonrisas por parte de los ciudadanos y por la forma como tratan a los demás. Nunca me había sentido tan cerca de escenas parecidas a las de películas sobre la segunda guerra mundial y las frases secas que emitían los comandantes nazis. Al parecer, en este país todo se comunica como si fuera una sentencia de muerte.
Bueno, pero no todo es color de hierro. Tengo que admitir que, de no ser por los ciudadanos de Frankfurt y Eschborn, todavía estaría buscando mi hotel, y que en algunas ocasiones fueron buenas personas cuando se les dio la gana.
Aunque parezca estúpido, hubo un episodio que fue el que más me marcó durante estos días. El segundo día de mi estadía en esta ciudad, me levanté a tomar el desayuno en el pequeño restaurante que tenían destinado para ello. Eran las 8 de la mañana pero parecían las 10 de la noche, y más aún porque el lugar estaba completamente solo: únicamente estaba allí una chinita (con esto quiero decir que era una persona de China) que ya casi terminaba su desayuno. Comencé a servirme todo, frutitas y un café que casi no salía de la jarra por su espesor, un jugo de naranja de caja, y un poco de cereal (cualquiera, pero parecía Corn Flakes). Con este insípido desayuno comenzó mi breve estadía en Eschborn, pues el día anterior el vuelo de Bogotá a Madrid se había atrasado, me habian hecho perder el vuelo a Frankfurt y tuve que quedarme 4 horas en el aeropuerto de Madrid (sin poder salir, sin el teléfono de Mónica para por lo menos hablar con ella), echado en varias bancas con el jetlag más absurdo de la vida. Yo tenía planeado llegar al hotel a las 3pm (mi vuelo hubiese llegado a las 2pm) e ir a conocer la ciudad. Finalmente, con todos los atrasos del mundo, llegué a Frankfurt a las 8pm y al hotel a las 10. Con esto, tenía poco o ningún interés en conocer una ciudad con todo apagado, cerrado, etc.
Seguimos con el desayuno. Unos minutos después, la china que estaba del otro lado del lugar (yo me había sentado lo más lejos posible, casi tapándome con la mesa de la comida) se paró y se fue. En ese mismo instante se me acabó el café. Tengo que anotar que en Bogotá yo nunca tomo café, pero una vez me haya montado un avión, de pronto se mueve un switch que dice “usted es colombiano, y por ende toma café en todas partes”. Como un autómata, siguiendo estas instrucciones, inferí que necesitaba más café porque tenía que demostrar mi colombianidad (a nadie, porque ya el lugar estaba vacío). Estaba pensando en esto mientras servía el tinto - que parecía yogurt negro – en la taza, y seguí pensando. Servía y pensaba, hasta que de repente la taza no tenía más espacio para el tinto, pero yo seguía sirviéndolo (uno de esos momentos de englobe máximo donde uno ya olvida que está realizando una acción). El café siguió al plato, y de allí brincó con fuerza a la mesa, haciendo un pequeño desastre.
Mierda, esto hay que limpiarlo. Por fin me había despertado y había dejado el tarro de café en la mesa, y tenía una taza de café rebosante con un platito lleno de café por todas partes. Pensé en limpiar todo, pero me quedé pensando: “y qué, igual nadie se va a dar cuenta de quién lo regó”- el típico razonamiento del ruido del árbol que nadie oye. Decidí fugarme de la situación: lo único que debía hacer era caminar sigilosamente hacia mi mesa y seguir tomando el café como si nada. Comencé a caminar, pero el traicionero líquido comenzó a regarse por todas partes, dejando una estela que me perseguía hasta mi mesa. Claro, con esto cualquiera sabría que el muchacho de esa mesa había sido el culpable. Ahora, como si hubiera una espesa capa de nieve que mostraba las huellas del delincuente, se delineaba un sucio camino sobre la baldosa del desayunadero, desde la jarra hasta mi mesa. Decidí actuar: me tiré al piso con la servilleta y limpié todo, como si fuera una cuestión de vida o muerte. Volví a mi mesa, satisfecho porque nadie se daría cuenta que había sido yo el del pequeño crimen. No contaban con mi astucia.
Pero no, yo tampoco contaba con que, una vez había limpiado todo con la servilleta, esta se había convertido en una evidencia del crimen: busqué una caneca de la basura para botarla, pero no la encontré. En medio de la angustia, cogí otra manzana y me fui corriendo al cuarto. Igual, nadie iba a saber que yo estaba sentado ahí (por lo menos eso espero).
De resto no hay nada más extraño que contar de esta ciudad, porque realmente no la viví durante mucho tiempo. Ese mismo día estuve trabajando desde las 10 am hasta las 8pm, hora en la que ya no podía más del sueño y además ya todo estaba cerrado también, por lo que resolví dormirme hasta el otro día, cuando tenía mi vuelo hacia mi destino final.
No obstante, al otro día recordé que le había prometido a Adri una foto con el abrigo en cualquier sitio de Frankfurt. Mis opciones eran las siguientes:
- tomarme la foto en el hotel, y estaría cumpliendo con sus reglas
- tomarme la foto en la estación del metro, y también estaría cumpliendo con las dos reglas
- ir temprano al aeropuerto, hacer el check-in, volver a la ciudad y tomarme una foto mientras era hora de entrar al avión
La tercera opción era la más arriesgada, pero opté por ella. Calculé minuciosamente y salí del hotel exageradamente temprano para cumplir con mi itinerario. Logré llegar rápidamente al aeropuerto, pero la aerolínea estaba cerrada. Finalmente caí en cuenta que podría dejar las maletas en un sitio que cobraban por guardarlas, pero esto era mejor que nada. Las dejé y salí corriendo al tren para tomar la foto. Llegué a la estación y el tren estaba atrasado. Finalmente, se había dañado el tren y mandaron otro para recogernos y llevarnos a la estación central. No obstante, este tren nos dejó en un sitio completamente distinto al que yo había visto esta mañana, pero salí corriendo para buscar un sitio “típico alemán” para tomarme una foto a las 11:30 de la mañana (debo aclarar que a las 12 debía estar haciendo el check-in y tal vez entrando de inmediato al avión). Por fin encontré un lugar, pero faltaba la persona. Llamé a un gordito que estaba por ahí, y le pedí que me tomara la foto (este man no tenía ni idea lo que le estaba diciendo hasta que le hice mímica para que entendiera- foto- yo- estación- novia- promesa). Por fin: había tomado la foto y eran las 11:45. Ahora únicamente tenía que entrar al tren y volver al aeropuerto. Pero, dado que estaba en la estación central, había cerca de 70 líneas distintas y todo en alemán. Por ningún lado encontraba un lugar de información ni el tren que buscaba (S8 Flughaufen, creo). Finalmente, a las 12 en punto abrieron un puestito de información y me explicaron que debía bajar al nivel inferior (70 líneas mas!?) y buscar la línea 103. Listo, de ahí todo es normal: llegué al aeropuerto, cogí las maletas, hice el checkin, me dieron el peor puesto del mundo y 11 horas de vuelo después estaba llegando a Bangkok.

Bangkok: “Carlos: how you pronounce?”
Después de toda una vida en la que yo sentía que mi nombre era algo fácil de pronunciar, un nombre entre todos los miles de nombres que pasaría desapercibido por ser tan común, el tercer día una vecina de mi edificio me preguntó mi nombre. “Carlos…. Wait… how you pronounce?” Creo que solamente fue hasta este momento que comencé a caer en cuenta que yo estaba realmente en un sitio muy diferente, el mundo al revés por completo.
Cuando estábamos planeando y pensando en mi viaje a Bangkok, Adri y yo molestábamos diciendo que yo iba a ir a un sitio donde todo era al revés (dado que es la antípoda de mi lugar de origen), la gente con el pelo parado y todos hablando en reversa (por eso era que nadie les entendía). Nos reíamos con estas escenas inventadas y nos acordábamos de Bugs Bunny excavando hasta llegar a ese lugar extraño del oriente: Asia.

Después de cinco días acá, tengo que admitir que no estamos muy lejos de esta idea. Todo comenzó desde el avión: el vuelo no comenzó con las reglas de seguridad sino con una oración a Alá (televisada, con traducción simultánea) que pedía que el vuelo fuera bendito y que cuidaran de nosotros y de la familia que dejábamos, entre otros. Después, el televisorcito central tenía un dibujito de un avión, un círculo alrededor y una casita con la etiqueta “Makkah". Durante la mitad del vuelo, yo estaba seguro que era una manera en que la aerolínea (Brunei Airways-?) mostraba la ubicación y distancia con respecto al destino, aunque el kilometraje que mostraba era extraño. Cuando íbamos por India, me di cuenta que el avión ya había pasado a la casita y la tenía atrás, cada vez alejándose. Ahí tuve que comenzar a pensar en más hipótesis. Por fin: La Meca. Claro, recordé que algunos religiosos de estos lares tienen que rezar mirando hacia la Meca, entonces un servicio obligado de Brunei Airways era mostrarle a los viajeros su posición con respecto a el lugar de peregrinación.

Después, llegué a mi destino y, al montarme en el taxi, vi que tenía el timón a la derecha y que tendríamos que ir a la izquierda de la carretera: no, que desespero, tantas cosas por aprender y ahora también tengo que mirar para el lado contrario cuando vaya a cruzar la calle! Bueno, esperamos que todo esto no termine en una catástrofe entre un carro y yo (o una moto, porque esta ciudad está plagada de motos – tipo Melgar).

Toda esta experiencia de Bangkok había sido asediada de distintas imágenes que me había creado desde que me ofrecieron el trabajo: la primera idea que tuve fue que era una ciudad de China – nada más. Después fui refinando mi conocimiento, y comencé a buscar libros de Tailandia. La señora del consulado no fue muy amable cuando le pedí libros, aunque tuviese una biblioteca llena. Además, en ninguna librería de Bogotá fue posible encontrar un libro sobre la ciudad o el país (únicamente hasta diciembre). Las primeras fuentes fueron algunos libritos sobre transporte (donde siempre se mencionaba a Bangkok como el peor ejemplo del mundo en cualquier cosa de transporte), y después Adri dijo que había una película que transcurría en esa ciudad. Cuando la buscamos, fue imposible encontrarla. Por fin la vimos en Internet, pero también encontramos que había sido filmada por completo en Singapur… y entonces? Pues nada, un libro de una amiga de mi mamá fue la única manera como pude conocer este lugar. Entonces resumo lo que me acuerdo que decía este librito describiendo Tailandia:
Todo el mundo sonríe todo el tiempo
Los Tailandeses son muy queridos con los niños chiquitos
Las playas Tailandesas tienen renombre mundial (si, exacto).
Bangkok es reconocida por su multitud de medios de transporte (nunca decían nada de los trancones)
Los rumores sobre Bangkok son verdad: es una ciudad llena de prostitutas.
Después, otra persona que había ido me dijo que todo era más caro que en Bogotá y que las mujeres eran espectaculares. En eso consistía básicamente el conocimiento que yo tenía de la ciudad. Veamos uno por uno, según lo que he encontrado durante la corta semana que he estado aquí:
Sonrisas por doquier: Yo me imaginaba que Bangkok iba a ser un sitio donde uno se sintiera hasta raro por toda la cantidad de gente que pareciera haber comido payasos. Pues… finalmente no es que todo el mundo esté recién salido de un circo, pues la gente es querida pero no es taaaan basto. Aunque hoy estábamos caminando por ahí y una viejita se nos acercó a preguntarnos que si queríamos que nos guiara hacia algún lugar, y hoy un señor me comenzó a hablar en Tailandés y después de tres frases me comenzó a preguntar en inglés que de dónde venía, para dónde iba, y me “invitó” a entrar a un templo budista que había cerca de ahí. Pero de resto, todo como en cualquier otro lugar, tampoco pues la novicia rebelde en cada esquina. Entonces, el primer punto… no tan cierto (hasta ahora)
Queridos con los niños chiquitos: Pues no tengo niños conmigo, entonces no sabría decirles.
Playas: sin comentarios.
Medios de transporte: Veamos, el viernes monté en bus, taxi, tuk tuk (taxi de tres ruedas, como esos carritos que repartían productos Ramo con motor de Renault 4? Esos, sino que más chiquitos), Skytrain (un metro elevado) y casi en metro, sino que está cerrado porque un conductor la montó de McGuyver y atropelló otro tren, dejando 200 heridos. Por eso, cerraron el metro indefinidamente. Ah, me falta montar en mototaxi (uno le paga a un man en moto por que lo lleve a donde uno quiera rápidamente), barco (uno de los mejores medios de transporte, porque no hay trancón), bicicleta (bien peligroso, pero para qué está la vida si no es para arriesgarla), TransMilenio (no lo han construido, pero ahí vamos).
Este punto no se puede subvalorar: Bangkok de verdad es un caos de transporte: cada cruce parece el inicio de una carrera de motos: todas están paradas esperando impacientemente a que cambie el semáforo y se mandan a matar cuando está en verde, seguidos por la infinidad de carros que pueden llegar a estar en un trancón sin moverse durante 20 minutos (en una ocasión estuve media hora en un mismo punto dentro de un taxi).
Prostitución: Pues creo que este punto se quedará sin resolver por mi parte, prefiero quedarme con los rumores y con una novia, que tratar de comprobarlos y perder a mi futura esposa.
Las cosas son caras: Un almuerzo tiene un valor equivalente a 1 dólar y medio, una bicicleta cuesta 60 dólares, un “paseo” de 1 hora en taxi se acerca a los 2 dólares… caro? Es como para comer siete veces al día (ya verán los cachetitos cuando llegue).
Las mujeres son espectaculares: Creo que las gafas que compré no funcionan bien, porque esto lo último que tiene son mujeres bonitas… por lo menos eso me parece a mí. Claro que, después de esta novia...
También hay algunas cosas que me han parecido bastante pintorescas del lugar. La más impactante de todas fue cuando fuimos a comprar mi celular. Cuando íbamos llegando, mi secretaria me preguntó que si quería un número caro o uno barato. “Ah?” El hecho es que aquí venden el aparato por una parte (cuesta desde 50 dólares hasta otro tanto) y el número por la otra. Las tienditas de celulares (son como locales de Sanandresito) tienen listas gigantescas de números, algunos de ellos tachados, todos enmarcados en cuadros que dicen el valor de los números. Para dar un ejemplo: si yo fuera a tener el número 7777707 de celular, me costaría 1375 dólares. Pero como compré el número 7724727, costó 6 dólares…y eso que tiene números repetidos, porque uno con números distintos hubiera costado algo así como 5 dólares. Lo más interesante de todo esto era que mi secretaria le parecía ridículo que yo tuviera un número que fuera barato, me decía “I payed 5,00 Baht (125 dólares) for mine”, porque tenía que ser barato!
Esto también se extiende a los números de placa, pero en proporciones estúpidamente más grandes: un carro puede costar 15,000 dólares, pero si uno quiere una placa que le “combine” al precio, puede costar hasta 25,000 dólares! Claro, cuando Cheer me explicaba, pasó un Mercedes con la placa “5”… ya, nada más! Entonces esa placa pudo haber costado incluso más. CU- CU! La gente es loca.
Hasta este momento, mi vida en Bangkok ha consistido en trabajar en mi nueva oficina (tiene vista a mi casa), dormir en mi nueva casa (tiene vista a mi oficina), caminar de mi nueva casa a mi nueva oficina y viceversa, escribir, leer y desde ayer me he dedicado a caminar por ahí.
Uno se encuentra cosas muy raras por acá: por ejemplo, el Ronald McDonald de un lugar está saludando como un Tailandes, hay gatos por todas partes (es impresionante, parece por molestar), hay sectores donde únicamente se ven extranjeros y vendedores y también me he dado cuenta que existe una gran variedad de comida Thai, y algunos de estos platos desconocidos no son realmente nada del otro mundo. He tenido que pasar las torturas más grandes pidiendo comida (esto se agudiza cuando el menú está en Tailandés y uno se tiene que arriesgar a pedir algo), porque sé que tengo mucha hambre y que únicamente puedo comer algo de lo que tengo en frente. Claro, pedagógico y todo el cuento, pero preciso me tenía que pasar a mí (y para que sepan que soy un as evitando la comida con pescado, siempre doy con algo que sea de carne, pollo o cerdo – aunque el sabor puede ser de algún roedor asiático). Para descansar de estas aventuras gastronómicas, tomé el camino fácil hoy y almorcé McDonalds (hay un menú que se llama “Samurai Pork Burger”, y otro que se llama “Samurai prosperity” – lo máximo!), aunque tampoco se volverá una costumbre, lo prometo (lo prometo, lo prometo, voy a poner un avisito en el closet que diga “hoy no comeré McDonalds, probaré nuevos platos Thai a toda costa, toda la comida Thai me gusta, solamente es hasta Junio y después unas semanitas en agosto y septiembre”).
Además de todo esto, cuando uno se monta a un taxi tiene que tener las instrucciones escritas (eso me lo había dicho mi mamá pero yo no creía): resulta que no es suficiente con conocer la dirección. Además de eso hay que darle al taxista las instrucciones para llegar al lugar. Por ejemplo, para llegar a mi casa tengo un papelito que dice la dirección más conocida cerca de mi casa (Ratchadamnoern Nok, porque la dirección de mi casa es 57 Trok Rong Rian Nai Roi Jor Por Ror, que ya es complicada), y además unas instrucciones que dicen “es justo frente al estadio de boxeo”.
Bueno, no aburro más con lora, creo que con esto es suficiente. Espero tener algo más interesante que escribir para la próxima semana.